Amazon Prime Video estrena, por fin, en España, la película de terror ‘Sator', una pequeña sensación de festivales especializados que ha ido cogiendo carácter de culto en canales alternativos y foros, al estilo del fenómeno ‘Skinamarink’, pero sin legar a tener ese alcance. Sin embargo, lo que realmente hace de la película diferente a aquella y a otras de pequeño presupuesto es su historia en segundo plano, que hace que esta sea imprescindible para apreciarla en toda su dimensión.
Cuando el director encontró cuadernos de su abuela describiendo a una entidad maléfica que le contactaba, descubrió un tema tabú en su familia, pero la grabó hablando de ella y a partir de ahí levantó él solo un largometraje sobre un hombre y una cabaña, con una premisa que se reduce a que tal vez haya algo en el bosque, o no, pero que al mismo tiempo funciona como metadocumental, ya que toda la historia surge de una de las coprotagonistas de la película, la mencionada abuela del director.
Comprender la historia de fondo detrás de su creación es esencial para asimilar en que se convirtió un proyecto que el cineasta Jordan Graham inicialmente pensó como una película de terror tradicional. En 2013, tras tratar de hacer un crowdfunding fallido y buscar fondos en todas partes, un día un amigo le dijo que le prestaría 20.000 dólares, la mitad del presupuesto, a cambio de un porcentaje de beneficios. Reunió su ahorros de grabar bodas y fue pidiendo obsequios y favores a familiares y conocidos que estuvieran dispuestos a colaborar. Graham fue sacando adelante su película asumiendo las tareas de director, escritor, productor, director de fotografía, editor y alrededor de una docena de créditos más.
Un ejercicio de docuficción insólito
En el décimo día de los 120 días de rodaje, distribuidos durante siete años, Graham decidió usar la casa de su abuela June Peterson como localización, y se le ocurrió que esta podría hacer un breve cameo de una escena con uno de sus amigos de la infancia, el actor Michael Daniel. La abuela, aquejada de demencia, estaba confundida por las luces y pensaba que el actor era su nieto, así que en medio de la acción la anciana comenzó a hablar de las voces que solían hablarle a través de algo que ella llamaba "escritura automática”.
La mujer le contó una historia personal sobre Sator, un espíritu sobrenatural que había estado atormentando su cabeza desde 1968. Una revelación que llevó a su nieto a una investigación a través de su historia familiar real en la que se enteró de vagas referencias a tablas de ouija y sesiones de espiritismo. Sin darse cuenta, Graham comenzó a reconfigurar su película. Siguió haciendo que su pequeño elenco improvisara con su abuela y todo lo que esta decía sobre la entidad, incorporando sus palabras al metraje.
A menudo hacía pausas, incluso tomándose hasta una semana libre para descubrir cómo remodelar la historia o volver a editar el material. Sin un cronograma fijo, pudo ir ajustando sus ideas con las escenas de improvisación de Peterson. Pero cuando trabajaba en el diseño de sonido de la película, la demencia de la anciana hizo que fuera demasiado peligroso para ella estar sola en su hogar y fue enviada a una residencia, con lo que el director fue a ayudar a su familia a limpiar la casa, y mientras revisaba el armario encontró dos cajas en las que se encontraban sus cuadernos de escritura automática que su familia pensó que habían quemado.
La triste historia de June
En total, había un diario de casi mil páginas que documentaba todo el viaje de la mujer con Sator y el enorme impacto que tuvo en su vida. La evocación de la que habla el personaje en la película no es una leyenda inventada, sino que realmente se menciona y se describe como un ser del que siempre hablaba, algo sobre lo que nunca se había querido comentar en su familia. Al parecer, las voces habían tenido una presencia constante en su linaje, en una tradición digna de los terrores de ‘Hereditary’ (2018).
Primero fue su tatarabuela la que acabó en un psiquiátrico, luego, cuando June tenía apenas cuatro años, su madre la llevó a dar un paseo en coche una noche de tormenta por la costa, dirigiendo el auto hacia el borde del acantilado, dispuesta a suicidarse para terminar con su sufrimiento. Aunque al escuchar llorar a su hija decidió no lanzarse, tiempo después sus voces se volvieron insoportables y se pegó un tiro en la boca.En 1968, su abuela cumplió 40 años e invocó a seres con iniciales como FOJ, GEK. AIK, ANN, QXS, que se paraban en la puerta de su dormitorio por la noche, observándole mientras dormía.
Pero el líder de todos ellos era Sator, del que la mujer se enamoró y tuvo algo similar a “relaciones espirituales”. La entidad hizo que cambiara la Ouija para comunicarse con él a través de la escritura automática. Cuando sus hijos se iban a la cama, se sentaba en un sillón con un vaso de ginebra, miraba hacia el vacío y dejaba que Sator “hablara” a través de ella, transcribiendo con garabatos su voz o el de las otras voces, cambiando su letra con cada persona que se comunicaba usándola de emisaria, como las personalidades de la película ‘Session 9’.
Escribía como una zurda, o al revés, y en ocasiones se sentaba toda la noche a garabatear. A veces sus voces discutían entre sí, lo que hacía que se perdiera si iba en coche, y tras meterle en algunos problemas, también terminó en un hospital psiquiátrico. Muchos de los escritos aparecen en la apertura de la película y sobre impresos en los créditos, y las escenas de la anciana hablando sobre Sator fueron antes de que su demencia se apoderara por completo. En sus últimos años, su nieto se unió más a su familiar, y trató de inmortalizarla con respeto, pero ella nunca llegó a poder ver su papel.
En lo profundo del bosque
Esta mitología real se trasforma en una conciencia de lo paranormal reflejada en el nieto de la película, Adam (Gabriel Nicholson), el hombre del bosque, cuya relación con las voces en su cabeza va revelando una realidad terrible, detalles imperfectamente encajados de una familia magullada en su núcleo. La película va alternando su línea temporal lineal con recuerdos, representados con un cambio de relación de aspecto y una paleta en blanco y negro, letras sobreimpuestas y hasta grabaciones familiares antiguas reales que crean un híbrido de realidad y ficción que pone los pelos de punta.
‘Sator’ propone mucho que digerir para los que tengan el valor de aventurarse de nuevo en el bosque para volver a verla. Porque logra cambiar sustos por una atmósfera espeluznante, una experiencia llena de capas, ruidos y texturas que siguen resonando en la cabeza tras terminar. Es uno de esos terrores herederos del mumblecore, con ecos a 'La bruja' (2015) y una mitología afín a 'El proyecto de la bruja de Blair' (1999), prima de esta en cómo traspasa los límites de lo independiente, puesto que además de acumular créditos, Graham aplicó un espíritu do it yourself imposible en el proyecto.
En sus años de producción, el director hizo de todo para estirar su presupuesto. Construyó él mismo la cabaña de la película con unos 1500 dólares y materiales donados, lesionándose el esternón transportando piedras del río para construir la chimenea, y durante más de un año aprendió postproducción, etalonaje y música para elaborar su cuidada dimensión sonora. El resultado deja algunas estampas que podrían abrir cualquier película de A24, pese a que es algo que se adapta más a la larga tradición de terror regional de Estados Unidos. Su cuidada atmósfera consigue introducimos de lleno en su universo de madera, oscuridad, y sonidos nocturnos que la emparentan con los terrores telúricos de la también minimalista y escalofriante 'Across the river' (2013), que también describía la experiencia de un hombre solo en la naturaleza.
Enfermedad mental y horror sobrenatural
Pero la película nunca llega a adentrarse del todo en la naturaleza del demonio que le da título. El director ha afirmado que le gustaría rodar su historia completa sacada de los cuadernos en otro proyecto, pero tal y como se nos muestra en ‘Sator’ es una criatura de la naturaleza no muy diferente al Wendigo. Un demonio ancestral con habilidades para controlar mentes, poseer cuerpos e influir en las leyes físicas que bien podría protagonizar un relato de Algernon Blackwood.
La palabra Sator viene del cuadrado Sator, una antigua agrupación de cinco palabras Sator, Arepo, Tenet, Opera y Rotas que, cuando se colocan encima de otras, forman las mismas palabras en cualquier dirección. Su primera referencia es la excavación en Pompeya en 1925, pero después se ha encontrado en, Grecia, Suecia, Siria o Inglaterra. Se ha referenciado en la cultura popular, desde un antiguo cuento popular irlandés a ‘Tenet’ de Christopher Nolan, siempre asociado a un ciclo interminable.
Y esta idea cíclica se transmite a ‘Sator’ como algo ha acechado a esta familia durante generaciones y siempre vuelve a repetirse. Vemos una entidad corpórea, pero funciona como una metáfora del efecto de la enfermedad mental sobre el protagonista y su familia. Su condición le va persiguiendo y se hace cada vez más incontrolable, hasta que el terrorífico plano final nos sugiere que se ha rendido a su destino, que por fin se ha unido a su familia. A diferencia de otras películas de terror sobre demencia, como ‘La posesión de Deborah Logan’ (2014), o 'Relic' (2020), en la película de Graham no hay respuestas claras.
No hay una narración lineal, ni una claridad expositiva, sus conceptos van apareciendo para ir atando cabos de forma intuitiva, por ello no es una película para todo el mundo, pero ofrece un horror a fuego lento imposible de encontrar en grandes producciones de Hollywood. En cualquier caso, los secretos familiares que descubrió el director investigando para hacerla son suficientemente terroríficos por sí mismos y la propuesta es el punto de conexión entre el obras obras de brujería surgidas al amparo de Robert Eggers, como ‘Hagazussa’ (2017) o ‘November’ (2018), el terremoto de ‘Hereditary’ y lo que está empezando a ofrecer el nuevo horror indie hecho con medios mínimos de Kyle Edward Ball, Robbie Banfitch o Dutch Marich.
La herencia del Wendigo
Con ellas comparte cierto espíritu experimental ya que, además de un argumento nunca plenamente definido, su acercamiento al enigma familiar dentro y fuera de la película crea un proyecto cercano a la performance híbrida. Sin embargo, a diferencia de estas, ‘Sator’ es una obra que puede atraer por su trasfondo, un relato que puede completarse fuera de la película —el director profundizó en la historia de su abuela en algunas entrevistas—, que se hace indivisible a su aspecto visual y atmósfera particulares.
Aunque podría incluirse en la estirpe de obras inspiradas en la leyenda del Wendigo, con el mismo enfoque psicológico que piezas como ‘Wendigo’ (2001) y la soledad de bosques que albergan males ancestrales siguiendo una tradición que va desde ‘A Warning to the Curious’ (1972) a ‘Without Name’ (2016), también entra dentro de una tendencia de familiares malditos, ancianos poseídos y enfermedad que haría un programa doble perfecto con la escalofriante ‘The Dark and The Wicked’ (2020).
Sea como sea, su carácter metacinematográfico empapa todos sus fotogramas y le confiere de un carácter único, que desafortunadamente se teñirá de malditismo por la dificultad de que acabe encontrando el espacio que le corresponde a raíz de la pequeña distribuidora que se encargó de su promoción. Poco a poco, se ha ido colando por las grietas de las plataformas de streaming y su nombre se va asimilando como una pequeña pieza de culto de docuficción de terror insólita.
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La noticia Encontró viejos cuadernos de su abuela describiendo encuentros con un demonio y rodó una escalofriante película de terror sobre ello. Ahora llega a Amazon Prime Video fue publicada originalmente en Espinof por Jorge Loser .
Javier Fernandez
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