"Hola. Vamos, Vogue. Solo me voy a asegurar de que no entran malas energías [en esta casa]". Así saludó Pamela Anderson al equipo editorial de la revista de moda estadounidense en pleno reportaje mientras se preparaba para acudir a la premiere de su documental, 'Pamela Anderson: una historia de amor', producido por su hijo Brandon Thomas Lee y que aborda su vida personal y profesional ante la mirada pública.
Esa imagen, palosanto en mano, podría ser perfectamente una de las instantáneas del documental de Netflix que están rodadas en la playa de Ladysmith, la isla natal de Canadá en la que actualmente vive Anderson, y que rompen por completo los esquemas de la imagen preconcebida del espectador sobre la que fuera C.J. Parker en 'Los vigilantes de la playa'.
La tristeza de una estrella olvidada
A lo largo del documental de Pamela Anderson, que empezó a trabajar delante de las cámaras como modelo después de ir con unas amigas a un partido de fútbol de los BC Lions en 1989 y ser "descubierta" por la cámara, lo que le valió un primer contrato para la compañía cervecera Labatt, queda clara una cosa: la realidad de una mujer que se mueve con la inteligencia de quien se ha creado una coraza irónica para hacer chistes, antes que nadie, de su sexualización heredada.
Pero, sobre todo, deja traspasar el poso de tristeza de quien ha visto frustradas sus propias aspiraciones por la explotación de una muñeca a manos de la industria, para luego romperse en el olvido por convertirse en el escándalo de una sociedad hipócrita.
De hecho, es muy revelador ver cómo de manera constante Pamela Anderson habla de sí misma alejando su espíritu de su físico y de lo que significa, en teoría, un patrón de comportamiento clásico de la que fuera icono de la revista Playboy. Así, cuenta en ese vídeo de Vogue, al hacer referencia la estilista a su clásico recogido rizado de pelo de los 90, que ese voy a hacer "lo mío" va a pasar por última vez, para tomar por fin las riendas propias, ser "realmente yo" y hacer lo que le apetezca.
El documental de 'Pamela Anderson: una historia de amor' toma forma rápidamente como carta de despedida a ese arquetipo de icono sexual que su imagen personal adoptó socialmente fuera de las cámaras. Lo hace desde una perspectiva dolorosa que da cuenta de las secuelas emocionales de la actriz tras vivir la filtración sin consentimiento de un vídeo íntimo, su carrera rota y la continua mirada reduccionista de la sociedad a sus tetas.
Al comienzo del documental de Netflix, Anderson habla sobre el entorno en el que creció —con un padre alcohólico— de los abusos de una niñera y de la violación que sufrió a los 12 años a manos de un hombre que le doblaba la edad y que, por tanto, ya era adulto.
En ese camino autobiográfico, empieza deshojar cómo la sociedad llega a moldear a la mujer para hacerle responsable de lo que le pasa. Por ejemplo, cuenta que cuando era pequeña odiaba su cuerpo y veía las revistas Playboy que tenía su padre, escondidas, pensando en lo preciosas eran esas mujeres y por qué ella no se parecía a esas modelos.
Tiempo después, al poco de empezar a trabajar como la chica Blue Zone de la cerveza fabricada por Labatt, una llamada de Playboy irrumpe en su vida para ficharla como modelo, un trabajo que empezó, tal y como cuenta en el documental, sintiéndose por primera vez "liberada de sus inseguridades". Para Anderson, además, ser imagen de uno de los reportajes de la revista era interpretar a un personaje, ya que todo el rato había querido "abandonar su cuerpo y escapar".
La disociación de un mito
A partir de ese punto, Pamela Anderson transmite cómo se ha alejado de esa realidad paralela al verse atrapada por ella. En imágenes durante el documental, se ve una y otra vez a la modelo y actriz más como un producto a consumir que como una mujer libre de etiquetas y con el poder de tomar, sin lastres, las decisiones que crea conveniente.
De hecho, su propio hijo expresa su desconfianza hacia una sociedad que no la considera "dueña de su propia imagen" y que la ve como "propiedad de todos" por el mero hecho de haberse desnudado en la cabecera de Playboy. Testigo de ese doloroso legado son los diarios que Anderson entrega, sin querer poner ella misma la voz en off para esas palabras del pasado, y en los que se desvelan muchos pensamientos y vivencias del pasado, incluidos los celos de sus exparejas.
No es raro escuchar tampoco de su boca que no va a ver el documental, ni aunque lo haya producido su hijo, porque, tal y como dice, "lo único que quiero saber de todo esto es nada". Pamela Anderson da la sensación en este proyecto de que ha llegado a dudar incluso de quién es y de cuál es su personalidad por las humillaciones a costa de su físico y el robo de la célebre cinta.
Y lo más descorazonador de todo es ver, delante de una cámara, cómo se muestra claramente la disociación con respecto a quién se supone que es, según la mirada de los demás. "Me sorprendo a mí misma viviendo más de esa forma que como realmente soy", se escucha decir a Anderson en el metraje al ahondar en la imagen de "caricatura" que la industria del entretenimiento ha creado de ella, pegada literalmente, como expresa, asimismo, a unos senos que tuvieron una carrera.
Décadas después, la sociedad sigue inoculando un estatuto de belleza poco realista, haciendo creer que para sentirse bien con el cuerpo propio se deben cumplir unos cánones que encajan con la búsqueda de la perfección. A ese acoso y derribo se une el hecho de confluir con una industria del entretenimiento aún muy acostumbrada a aprovecharse de la imagen femenina desde la mirada masculina y, a la vez, a culpabilizarla por esa imagen frívola creada.
En el documental, por ejemplo, se incluyen imágenes de Pamela Anderson y Tommy Lee saliendo de noche, una grabación en la que se cuela la pregunta de la prensa hacia ella sobre dónde está su bebé, cuestión también latente a día de hoy en las redes sociales, como por ejemplo le pasó a la actriz Shay Mitchell, quien fuera Emily en 'Pequeñas mentirosas', a finales de 2019 cuando fue a una fiesta después de haber dado a luz a su primera hija.
¿Quién es Pamela Anderson?
La Playboy de ahora, en lo que a sentar cátedra se refiere en torno a la imagen arquetípica e ideal que gusta en sociedad, bien podría asemejarse al desfile hegemónico de estar siempre listo para consumir ante un desconocido que inició en 2008 el programa 'Mujeres y hombres y viceversa', que ha vivido su legado con 'La isla de las tentaciones', volcada ya en este 2023 en su sexta temporada.
Vivir al servicio del constructo social de belleza supone estar constantemente en el ojo del huracán y estar expuesta al borde del precipicio por quienes creen, además, tener el derecho de juzgarte por el siempre hecho de haber jugado con las normas disponibles. Al igual pasa con el encadenar relaciones en este tipo de ambientes al perseguirse siempre la gran historia de amor vendida por la sociedad. Como pasó con los matrimonios de Anderson, hay también una mirada hipócrita al juzgar la efusividad de una forma de relacionarse que también se ha impulsado, socialmente, hacia lo efímero.
A pesar de todo, la vuelta de Pamela Anderson a la televisión también deja hueco para el renacer, con la actriz dejando claro que esto significa el cierre de una vida pasada para "transitar hacia la siguiente etapa". Ya con la práctica de saber escapar y construirse una realidad paralela desde hace tiempo.
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La noticia Lo que vivió Pamela Anderson en los 90 es lo más parecido a 'La isla de las tentaciones' hoy: del producto de consumo rápido a la caricatura fue publicada originalmente en Espinof por Sandra S. Guerra .
Javier Fernandez
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