Puede que en un mundo de consumo instantáneo y memoria fugitiva a nadie le importe, pero a veces, cuando vemos una película, no solo absorbemos imágenes en pantalla sino que presenciamos de alguna manera la historia y el desarrollo que ha tenido lugar para llegar hasta encarnarse en una nueva forma. Es probable que haya gente que ha visto 'El carnaval de las almas' ('Carnival of Souls', 1962) muchas veces a lo largo de sus 60 años de historia, aunque no lo sepan.
No es que sea hoy en día un título de difícil acceso, pero el tiempo y la perspectiva engañan. Ahora la podemos ver en numerosas bibliografías, listas de lo mejor del género e incluso en las selecciones muy exigentes y de sectores culturales que solo consumen terror si viene con pedigrí, pero lo cierto es que durante mucha parte de su recorrido ha sido una película totalmente olvidada, sin aparecer demasiado en textos ni con un fácil acceso para el público, que ahora la puede encontrar en fastuosas ediciones remasterizadas en alta definición o incluso en copias de dominio público.
La película que se negó a morir
Su camino no es extraño en una película en blanco y negro de bajo presupuesto, realizada de forma absolutamente independiente, y que se alza como una de las rarezas del cine fantástico de los 60, que puede ponerse junto a ‘Marea nocturna’ (Night Tide, 1961), de Curtis Harrington, ‘Incubus’ (1965) y precedentes de los 50 como ‘Dementia’ (1955) dentro de una rama diferente del terror al habitual revival gótico de su era, basado en atmósferas y cercano a la experimentación que les permitía su desarrollo desde los márgenes.
‘El carnaval de las almas’ se rodó en solo tres semanas con un presupuesto de 33.000 dólares, aunque esas cifras varían entre distintas fuentes. Fue un fracaso en su lanzamiento y ninguna de las personas involucradas volvió a trabajar en el cine de ficción, pero lo peor es que muy poca gente la vio hasta su gran renacimiento en 1989, cuando fuera restaurada por Panorama Entertainment, con varios minutos adicionales y relanzada con críticas abrumadoras de grandes nombres como Roger Ebert. Este pequeño revival se registró en un pequeño documental que ayudó a que se asimilara como un pequeño fenómeno de culto.
Aunque en muchos países, sin ir más lejos, España, no apareció disponible al público hasta 2006, en su primera edición de DVD. Datos que dan perspectiva. Las mentes detrás de la película, Herk Harvey, el guionista John Clifford y el compositor Gene Moore, trabajaban juntos en Centron Corporation, una compañía de cine industrial, creando breves documentales sobre seguridad y, tras una idea inicial de Herk, Clifford escribió el primer proyecto de ficción de Centron en menos de un mes, que sería filmado durante unas vacaciones del trabajo.
Clásico de culto salvado por los 90
Los editores de la empresa Bill de Jarnette y Dan Palmquist junto a uno de sus redactores, Peter Schnitzler, se convertirían en actores sin experiencia cinematográfica previa, con papeles secundarios que también serían interpretados por aficionados locales. El esquema de rodaje se repartió en una semana entre Saltair y el Gran Lago Salado, y dos semanas en Lawrence, Kansas, donde los cineastas tenían su sede. La historia tiene muchos parecidos con la de ‘La noche de los muertos vivientes’ (Night of the Living Dead, 1968), ya que se logró sacar adelante gracias al esfuerzo de varios aficionados y pequeños inversores locales y acabó vampirizada por la torpeza en la distribución.
En este caso, una empresa vendió copias piratas a las estaciones de televisión y luego desapareció en Europa, dejando a los cineastas sin un centavo. Sin embargo, este giro del destino iba ser la salvación inesperada de la película, ya que esa disponibilidad éticamente dudosa la convirtió en una habitual de la programación nocturna y los pases clandestinos, su popularidad creció hasta el revival de principios de los 90, cuando se estableció como un clásico underground que ha perdurado a través de los años, después de haber estado a punto de perderse, como muchas producciones regionales de su época.
Aunque la mayor parte de su apreciación recabara a posteriori, ‘El carnaval de las almas’ se revela como una rara avis en la muestra de películas de la recién inaugurada década de los 60. Harvey captó con su cámara una ciudad sureña anónima que ya marcaba diferencias con la mayoría de sus contemporáneas, convirtiendo el mundo real en un escenario de terror cuando la mayor parte del género se ubicaba en una tierra de nunca jamás europea, dejando los lugares familiares para los monstruos gigantes o los thrillers con asesino.
La modernidad accidental
De hecho, el escenario realista de ‘Psicosis’ (Psycho, 1960) y su mundo de pueblos pequeños y rostros cotidianos conforman un germen del terror moderno que esta continúa y extiende a un terreno sobrenatural, en el que tampoco nadie muestra glamour; hay pensiones con papel pintado y propone un escenario al otro lado de la calle que renueva el carácter de lo familiar, dándole una vuelta onírica que explora un lado oculto de la sociedad americana perfecta que el cine de los 50 había embellecido como el modo de vida ideal.
Su argumento era una variación del cuento clásico de Ambrose Bierce ‘Un Suceso en El Puente Sobre El Río Owl’ (1891), que se había rodado en las series ‘Alfred Hitchcock presenta’ y el episodio ‘An Occurrence at Owl Creek Bridge’ (1961) de ‘The Twilight Zone’. En el mismo una mujer llamada Mary Henry es la única superviviente dentro de un coche que se cae de un puente, por lo que decide dejar su ciudad y aceptar un trabajo como organista de una iglesia en un pequeño pueblo de Utah. Cuando se instala en una pensión allí, empieza a ver a un hombre fantasmal que la persigue, experimentando sensaciones extrañas en las que no puede oír y nadie puede verla, y mientras se siente misteriosamente atraída por un pabellón abandonado en las afueras de la ciudad.
Además del capítulo que adaptaba a Bierce, ‘The Twilight Zone’ tenía un otro llamado ‘The Hitchhiker’, que habría servido como inspiración confesa para Harvey, pero estas comparaciones con la serie de Serling sugieren engañosamente que ‘El carnaval de las almas’ es la típica película que depende solo de su final “inesperado”. Lo cierto es que a estas alturas, la mayoría de la gente puede ver el giro venir mucho antes de su revelación, e incluso si se sabe de antemano está lejos de arruinar la experiencia. Es la antítesis del cine de Shyamalan, quien, por otro lado, la cita como una de sus grandes influencias para ‘El sexto sentido’.
Todos los grises de las pesadillas
Su poder reside más en su progresiva ruptura de la sensación terrenal, y su atmósfera inquietante de ultramundo que lentamente va impregnando lo cotidiano. Las apariciones de los espectros y la obsesión onírica de la protagonista con el extraño edificio va convirtiendo el todo en un tono genuinamente sobrenatural permeable a lo inaudito. La suma progresiva de ruptura con lo secular lleva a un clímax en un limbo con tambores que suenan con la brisa, tomas de gran angular de un salón de baile vacío lleno de polvo y la extensión desolada de la playa en el exterior.
Las figuras fantasmales bailan como en una película gótica italiana o ‘El hombre que vendió su alma’ (The Devil and Daniel Webster, 1941), al ritmo de una partitura de órgano espeluznante de Gene Moore que está presente durante todo el metraje, alternando su sonido entre lo angelical y los diabólico, pero que se convierte en la verdadera protagonista en la maravillosa secuencia en la que Mary toca en la iglesia. Sus pies descalzos acarician sensualmente los pedales y su rostro adquiere una expresión de trance, medio en éxtasis, medio aterrorizada, mientras la melodía se transforma en algo disonante, como si el personaje desafiara la solemnidad sagrada del lugar.
El aspecto religioso de ‘El carnaval de las almas’ es también rupturista en muchos aspectos. La noción medieval del purgatorio como un lugar físico comenzó a dar paso a una conceptualización como un estado liminal del ser, y en la película se desarrolla dentro de los límites de la imaginación. Si la doctrina católica sostiene que es un estado en el que el alma se somete a la purificación, aquí existe como un medio para abordar la ambivalencia espiritual de Mary que claramente no es católica, y su trabajo asalariado en la iglesia es una de las provocaciones de la obra.
La deuda eterna. De 'Los otros' a 'Los serrano'
Esta misma visión de un espacio de transición con límites difusos y “sorpresita” ha continuado a través del cine en obras como ‘La bóveda de los horrores’ (The Vault of Horror, 1973). ‘La escalera de Jacob’ (Jacob’s Ladder, 1990), una nueva versión de la historia de Bierce, ‘Carretera perdida’ (Lost Highway, 1997), ‘La pesadilla’ (Chasing Sleep, 2001), ‘Escapando de la oscuridad’ (2001), ‘Tránsito’ (Stay, 2005), ‘The Oregonian’ (2011), ‘Baskin’ (2015), ‘Ghost Stories’ (2017) e infinidad de continuadoras de la propuesta de Harvey, que acaban debiéndole algo de una manera u otra.
Pero no en todas aquellas la idea central cala en todos los apartados, y si el trabajo de dirección aquí es importante, la presencia de Candace Hilligoss añade a esa sensación de constante extrañamiento, por su físico particular y su mirada ligeramente extraterrestre. Es raro que no llegara a convertirse en una estrella de Hollywood, tanto por apariencia inconfundible como su capacidad para transmitir la confrontación con lo inexplicable, su independencia obstinada y distante, siempre convincente, para redondear una de las raras pocas caracterizaciones de mujeres en el género que fueran más allá de los clichés.
El papel predominante de Hilligoss añade nuevas interpretaciones a ‘El carnaval de las almas’. No solo ya en el viaje de un superviviente que está manifestando su culpa o su propio trastorno de estrés postraumático, sino la posible neurosis de una mujer con una aparente disfunción social, en particular un posible miedo a los hombres, tan introvertida que ha pasado literalmente desapercibida para quienes la rodean. Una de las pocas relaciones de Mary en la película es con un hombre al que reconocemos claramente como una amenaza, un stalker y un potencial violador que no respeta el terrible proceso que ha soportado y la tilda de frígida (sic).
Prototerror feminista
Mientras, ella solo quiere empezar de nuevo, pero su entorno se vuelve cada vez más hostil y confuso, atormentada por la ansiedad sin poderse apoyar en nadie, y además de la agresividad de su vecino, el medico la quiere internar y el cura la despide por salirse de las partituras y le insta a lavar su alma. ‘El carnaval de las almas’ podría ser una de las pioneras de las películas que han conformado el género de horror psicológico femenino que se recogen en el gran volumen ‘House of Psychotic Women’ de Kier-La Janisse y algunas de las que le siguieron, como ‘Repulsión’ (1965), o ‘La maldición de los Bishop’ (1971) conectan de diversas formas con ella.
El hombre misterioso nunca se llega a explicar, pero puede ser el doppelgänger de Mary, el presagio de su muerte. La película va repitiendo situaciones y sustituyendo identidades, implicando de alguna manera que todos los hombres son el mismo, de alguna manera reflejos de la ansiedad de Mary, algo que hemos visto de forma aún más literal en ’Men’ (2022) de Alex Garland, y hasta cierto punto también presente en ‘Última noche en el Soho' (Last Night in Soho, 2021) que incluso asimila el clasicismo naif y el blanco y negro de sus espectros como si fuera un gran homenaje al film de Harvey.
Este ángulo feminista y del trauma fue el eje central del remake producido por Wes Craven en los 90, ‘El carnaval de las almas’ (Carnival of Souls, 1998) una versión pobretona en color que no es tan terrible como se dijo, explorando el aspecto del abuso infantil con detalles bastante perturbadores. Sin embargo, existe más de una película que no son sino remakes apócrifos como ‘Sole survivor: Único superviviente’ (1984) que inspiró ‘Destino final’ (2000), ‘Yella’ (2007), ‘Dead End’ (2003) y el corto remix ‘Miss Candace Hilligoss' flickering halo’ (2011).
Antes de A24
La película de Harvey apareció dentro de un tejido comercial en el que la serie B de Roger Corman y William Castle, estaba en auge, pero pocas de aquellas películas han logrado cruzar el velo del reconocimiento intelectual que confiere, por ejemplo, se seleccionado para entrar en la Criterion Collection. Una apreciación rara en el cine de terror que en los últimos años se ha asimilado más gracias al trabajo de productoras como A24. Y no es extraño ya que, según el propio director “esperábamos alcanzar el aspecto de una película de Bergman y la sensación de Cocteau”, y no es otro que el sueco una de las grandes influencias de nombres como Ari Aster o Robert Eggers.
Sin embargo, la diferencia con los enfants terribles del terror artie moderno, aquí el bajo costo de la producción y el amateurismo de la actuación indican su origen humilde y exigen cierto trabajo a paladares estrechos, como si sus orígenes locales fueran un escollo a superar, pero en este caso sus texturas toscas son una parte esencial de su encanto único. Si bien en un principio, la impresión inicial puede distraer la atención, casi por accidente, las interpretaciones teatrales hacen que la experiencia de Mary sea aún más angustiosa, porque impregna su mundo con otra capa de lo extraño.
Cuando sale de sus visiones parece que todos te hablan de forma un poco forzada, como si estuvieran recitando, haciendo que su mundo sea opresivo y la irrealidad inescapable. Este caso también aplica al debut de George A. Romero, que pasó de las sesiones de medianoche a la Cahiers du Cinéma, el MoMA y la biblioteca del congreso y, pese que se le atribuye al director una cita que reconoce la influencia de los espectros en el aspecto de sus primeros zombies, en posteriores entrevistas lo ha negado, lo que no significa que en su ‘La tierra de los muertos vivientes’ (2005) no replicara la escena en la que salen del agua.
Legado de gran etiqueta
Otras películas que ahora son rarezas del cine de terror, como ‘Messiah of Evil’ (1973) de Gloria Katz y Willard Huyck, tiene escenas como la de Anitra Ford en un supermercado que podrían ser extensiones de ‘El carnaval de las almas’, de la que también deja huella específica el uso de los silencios estratégicamente ubicados. Francis Ford Coppola, salido del mismo terreno de cine de terror en blanco y negro no sería ajeno a sus escenas, y es difícil no ver paralelismos en la aparición de Martin Sheen en el agua en ‘Apocalypse Now’, y el propio Harvey, que hace del ghoul principal saliendo a la superficie con los ojos abiertos.
También se dice que ese fantasma de cara pálida inspiró al "Hombre misterioso" de ‘Carretera perdida’ (Lost Highway, 1997) de David Lynch, y también se ha escrito sobre el influjo en blanco y negro sobre ‘Cabeza borradora’ (Eraserhead, 1977) en su capacidad para evocar la cualidad de pesadilla de los objetos cotidianos. Pero sobre todo, ‘El carnaval de las almas’ puede asociarse al trabajo de Lynch, por su representación de lo siniestro al acecho debajo de la Norteamérica adormilada de un pequeño pueblo, como las apariciones de Bob en ‘Twin Peaks’.
El contraste inocente frente a la oscuridad, representado con un fantástico onírico que refleja el lado oscuro de la sociedad idealizada en la década de los 50 es un tema recurrente en la filmografía del director de ‘Terciopelo Azul’, y no hay más desestructuración de esa idea que una película que acaba de dejar esa década “dorada” —no olvidemos que empieza con una de esas carreras de las películas de adolescentes con James Dean— mostrando un mundo oculto. No es del todo fortuito esto, ya que el compositor de toda la vida de Lynch, Angelo Badalamenti, fue una vez el compañero de composición del guionista Clifford, con el que escribió canciones para Nina Simone y Della Reese.
Antes del Creepypasta
La modernidad de ‘El carnaval de las almas’ va más allá de su influencia formal, y su propio origen traza una línea directa con las historias y leyendas urbanas que derivarán en algunos creepypastas. Toda la idea de la película se inspiró en una imagen que se había quedado en las retinas del director tras un viaje en coche por Utah: la vista al Saltair Resort, desierto y en ruinas, un destino de entretenimiento propiedad de los mormones en la orilla del Gran Lago Salado que alguna vez había albergado una bulliciosa feria y un salón de baile, pero que había sido abandonado cuando una serie de incendios a lo largo de los años lo dejaron en ruinas. Él mismo lo contaba así:
“Era un atardecer y conducía a Kansas desde California cuando vi Saltair por primera vez. Es un parque de atracciones ubicado al final de una calzada de media milla hacia el Gran Lago Salado. El lago había retrocedido y el pabellón con sus torres moriscas se recortaba contra el cielo rojo. Sentí que había sido transportado a un tiempo y una dimensión diferentes.
No podía creer lo que estaba viendo. Detuve el auto y caminé hacia el pabellón. Se me erizó el pelo de la nuca. El blanco puro de la playa salada y la extraña quietud oscura de los edificios desiertos lo convirtieron en el lugar más espeluznante que jamás había visto. Le dije a Clifford que la última escena, tenía que ser un montón de demonios bailando en ese salón de baile, el resto dependía de él.”
Esta localización “embrujada” real se traslada directamente a la película, cuando Mary llega a una gasolinera y pregunta por ella, en ese momento aparece la figura sobre el horizonte y de pronto cambia nuestro punto de vista, desde el propio lugar. Luego, desde la ventana de su habitación por la noche, vemos la silueta oscura, imponente, en la distancia, pero la toma cambia abruptamente de perspectiva desde el interior del pabellón, aterrador, vigilante, como la casa viviente de Shirley Jackson, observando y observando, esperando. Estas transiciones dan una mutabilidad con la lógica de los sueños, un lugar se convierte en otro.
Todos estos detalles, el lugar acechante, la ubicación al fondo de un largo camino, la ruptura dimensional y la lógica, están presentes en la adaptación de ‘The No-End House’ de la serie ‘Channel Zero’, uno de los relatos transmitidos en foros de internet más famosos. Con apenas 80 minutos, el legado de ‘El carnaval de las almas’ se hace inabarcable, y a pesar de sus fallos técnicos, sigue siendo un pivote del cine de terror, en el que se pueden reconocer ideas desde Stephen King a los fantasmas de ‘Insidious’ (2010), pero su encantamiento ha trascendido a la cultura popular hasta tal punto que podemos encontrarnos con ella en el videoclips de artistas masivos como Drake o Lana Del Rey.
‘El carnaval de las almas’ permanece fresca porque rasca en una parte profunda de nuestro cerebro, por debajo de lo racional, cerca de los estados de fuga, tocando esa aterradora sensación de desconexión que todos hemos experimentado, cuando nuestro entorno se vuelve inexplicablemente extraño repentinamente. Se adelantó a su tiempo y dejó atrás a las grandes figuras del momento como Vincent Price, Christopher Lee o Peter Cushing antes de que subieran a su cima, para proponer un tipo de terror sin asideros, un viaje sin retorno que sigue embrujando con su fotografía en blanco y negro y las miradas hipnóticas de su protagonista.
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La noticia Es la madre de todas las películas de terror malditas: 'El carnaval de las almas' cumple 60 años de influencia oculta en la cultura pop fue publicada originalmente en Espinof por Jorge Loser .
Javier Fernandez
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