‘Los miserables’ (Les misérables, 2019) es el debut como director de largometraje no documental de Ladj Ly y se plantea como una ampliación del corto nominado al César 2017 del mismo nombre, que también protagonizaron los tres actores principales de esta película. Viene con los galones de haber entrado en competición en Cannes, lo que es una elección inusual del festival galo, ya que las óperas primas tienden a no ser elegidas para competir por la Palma de oro.
Ly usa una estructura de thriller policial para contar su historia, de hecho, tal y como aparece en diversas descripciones del filme, su película tiene más que algunas similitudes con las películas de Antoine Fuqua, no deja muchas dudas de su planteamiento a lo ‘Training Day’ (2001) y su retrato de los policías desde dentro, comunes en los filmes de David Ayer. Aunque la mayor diferencia es que sustituye la reflexión de grises y drama humano de ética y estudio de personaje por el mensajes sociopolítico epidérmico, actual y casi activista.
Como si Fernando León de Aranoa dirigiera ‘The Wire’
Ly hace consciente su opinión sobre tres policías que deambulan por las calles de un barrio pobre pero culturalmente lleno de vida en la comunidad de Montfermeil en París. Un escenario familiar, porque era el mismo lugar en el que se desarrollaron ‘Los Miserables’ de Víctor Hugo y que significa la intención de toda a película. Las condiciones de vida no han mejorado mucho desde la época de la novela, ambientada en la Revolución Francesa y las semillas de la agitación seguirán echando raíces mientras sea así.
La acción principal se desarrolla en un lapso de 36 horas en la vida de Stéphane (Damien Bonnard), un policía novato que se une a un escuadrón criminal formado por Gwada (Djebril Zonga), de ascendencia africana, y Chris (Alexis Manenti). Chris es el clásico policía alfa, autoerigido líder del trío por motivos probablemente raciales, aunque Gwada calla y otorga en cada uno de sus desmanes. Stéphane pasa su día de entrenamiento observando la corrupción de sus camaradas, quedando claro que él es el único moralmente limpio del grupo.
Aunque es predecible en algunos pasajes, la seguridad tras la cámara del debutante logra que su fresco de la miseria moral y económica pueda llegar a ser fascinante y provocativo, sorprendente para un debut que parece una visión a lo ‘Barrio’ (2001) de las comunidades musulmanas, gitanas y emigrantes enfrentadas a un seguimiento de cine policíaco moderno con toques de estilo como ‘The Wire’ (2002-2008) y una estructura de relatos simultáneos que se entrecruzan a lo ‘Crash’ (2004) de Paul Haggis, de la que absorbe algo de su final-moraleja.
Cine social enmascarado de thriller
Sin embargo, pese a todas esas comparaciones naturales, ‘Los miserables’ sigue una tradición de cine francés contemporáneo que va desde ‘El odio’ (La Haine,1995) de Mathieu Kassovitz a ‘Dheepan’ (2015) de Jacques Audiard. La diferencia es que las calles y vidas de las zonas más desfavorecidas son capturados por la sólida cámara de mano de Julien Poupard, que crea una claridad geográfica que nunca parece confusa sino realista y casi documental.
Tiene algo de visita turística por Montfermeil y sus pisos abarrotados, mercados callejeros en expansión, terrenos de desechos de hormigón que los jóvenes usan como campos de fútbol y las tiendas de kebab que los adultos usan como salas de conferencias. Hay algo casi irreal en el conjunto que parezca un pedazo de distopía de ciencia ficción realista y cenicienta propia de John Carpenter o la saga ‘La purga’, pero precisamente impresiona por su conexión inevitable con la realidad.
La relación entre los tres policías también se dibuja de forma hábil, en donde Chris puede está en el espectro de agente desagradable —su intento de cacheo es deleznable— y un caso de manual de aspirante a acusado de brutalidad policial, pero su relación con los habitantes del barrio es ambivalente, y Stéphane se dedica a observar sin entrometerse. Una sucesión de finales falsos lleva a una última bobina más explosiva y políticamente fascinante que lleva la película a un nivel diferente, dónde se conecta de verdad con la obra de Víctor Hugo.
Un final anticlimático
En unos últimos minutos estupendos, se decide optar por un cierre anticlimático, que dice todo lo que quiere decir, pero opta por no enseñarlo. La sensación es que se acaba en lo mejor y no ha habido valentía o presupuesto para llevarlo a las últimas consecuencias. ‘Los miserables’ habla de cómo pequeñas acciones pueden cambiar un lugar cuando este ha sido dado de lado por un país. Se deforma la realidad plausible que propone para lograr un efecto dramático pero no resulta inverosímil en su mirada a un mundo de niños callejeros y matones peligrosos.
Ladj Ly utiliza de forma inteligente las imágenes reales de la celebración del mundial de fútbol de 2018 —quizá algo exagerado utilizar esas imágenes en el póster— en un inicio estridente que muestra una fiesta de unidad nacional que contrasta con la violenta insurrección que, en realidad, representa el origen de los disturbios de 2005 y es una declaración clara sobre la situación de Montfermeil y otros lugares similares en Francia, casi como un aviso a los poderes fácticos de que lo que se está cociendo otra vez condena a repetir la historia de Francia que romantizó Hugo.
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La noticia ‘Los miserables’ invoca a Víctor Hugo para hacer cine social enmascarado en un tenso thriller policial fue publicada originalmente en Espinof por Jorge Loser .
Javier Fernandez
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