Aunque ‘The Big Bang Theory’ es una de las series que no abandono, no esperaba su regreso con mucho ansia. Y me he dado cuenta de que tal vez fuera porque no recordaba con qué tramas cerraron la temporada. Tras revisar la season finale, he comprendido que no lo recordaba porque no hubo traca final, ni cliffhanger. Nos dejaban con, aparentemente, pocos asuntos pendientes que resolver en el inicio de la séptima temporada, salvo el regreso de Leonard. Y no anticipaban grandes novedades que tratar, salvo la milagrosa curación del mutismo selectivo de Raj. Y sin embargo, tras ver el segundo capítulo, me he vuelto a sentir cómoda con ella, a reconocer en ella las mismas cosas que me han gustado siempre.
Y no es porque no haya evolucionado; más bien, porque lo ha hecho discretamente: nos metió a las novias y a muchos no les gustó. Pero lo cierto es que personajes como la Dra. Amy Farrah Fowler o Lucy (Kate Micucci aka Oates en Garfunkel and Oates), que riza el rizo en personalidades extravagantes, han supuesto un gran valor añadido para la comedia de CBS. Y, lo que es más importante, dan opción a que los personajes puedan tener algo más que desarrollo. Pero además lo han hecho integrándose en el grupo a la perfección, de manera que ‘The Big Bang Theory’ sigue siendo la misma, en muchos aspectos.
Madurar o morir
Es inevitable que los personajes crezcan. En el caso de esta panda de nerds, la superación viene más por llegar a adaptarse socialmente. En el final de la sexta temporada vimos como el personaje de Raj tocaba fondo emocionalmente cuando su proyecto de novia, Lucy, sale huyendo (otra vez). Ya no era divertido ser un fracasado ni había chiste posible sobre la situación. Sin embargo y milagrosamente, todo el dolor acaba siendo resolutivo y su mutismo desaparece como por arte de magia. Y desde entonces no ha parado de hablar. Seguramente su recién estrenada incontinencia verbal nos dejará más de una situación hilarante.
Pero quien más me ha llamado la atención es Sheldon. Tras haber pasado todo el verano con Penny esperando el regreso de Leonard (recordemos que se marchó de expedición en barco con el equipo de Stephen Hawkin), ahora comparten una química especial. Penny se ha quedado con la custodia y eso significa atender a todos sus caprichos, llevarle a todos los sitios y cantarle Soft Kitty cuando esté enfermo. Y parece que, gracias a la presencia de Penny, Sheldon se esté “des-sheldonizando”. Como si tratara de aprender a relacionarse socialmente. Como si realmente le importara, pero sin dejar de ser el egoísta que ya conocemos:
Te dejé comprar productos de higiene femenina con mi tarjeta de club del supermercado.
¿Tienes alguna idea del tipo de cupones que recibiré del supermercado ahora?
Pese a todo, Sheldon sigue siendo Sheldon (y más le vale a la serie que así sea). Su sitio en sofá sigue siendo el mismo. Su hora de evacuación, su planificación semanal de pijamas y todas sus manías obsesivo-compulsivas. También su pasión por las camisetas (de la que hablamos en este post): ya le hemos echado el ojo a alguna novedad. Y es que, después de dejarnos ver que no es, pese a todo, un robot sin sentimientos y que echa de menos a Leonard, vuelve a ser el egoísta intolerante cuando no es capaz de entender que su amigo prefiera pasar un tiempo a solas con su novia tras su regreso y se siente traicionado por ellos, protagonizando una de sus incomprensibles rabietas.
La visión femenina
Hace tiempo que Penny pasó a ser un personaje con peso, liberándose de las etiquetas que le habían colgado (y que ese doblaje en castellano de chica boba parecía perpetuar). Como comentaba, su amistad con Sheldon es, en parte, la responsable de que éste transmita algo más de humanidad. Y su relación cada vez más estable con Leonard la alejan de ese estereotipo que nos vendieron al principio. Aquella Penny que, según hemos descubierto en The Hofstadter Insufficiency, aceptó una escena de top less en Serial Apeist.
Pero Penny, es, además, es el pegamento que une a las chicas, porque todo gira en torno a ella en el grupo de féminas. Salvo en este inicio de temporada, en el que hemos comprobado que también Amy y Bernadette tienen buena química. Las hemos visto programar sus planes para un congreso de neurobiología como si fuera el FIB o acontecidas con la invitación de unos extraños, algo que sólo suele pasarles con Penny alrededor. Las hemos visto quejarse de que con Penny toda la conversación gira en torno a los hombres… para acabar cuchicheando en la cama como quinceañeras. Y es que Penny es la que ayuda a resaltar la feminidad de unas compañeras de reparto tan freaks como los propios protagonistas, la que les aporta ese otro punto de vista de la vida.
Pero para feminidad, la que exploran Howard y Raj en el 7×02, The deception verification. Un Howard estrogenado por accidente comparte la que ha sido la escena más divertida de los dos capítulos que hemos visto hasta el momento. Esos momentos que sigue dando la serie. El resto, puede que sea “plácida, entretenida y olvidable rutina”: las conversaciones en la escalera, las referencias freaks, los acalorados debates sobre cómics (como si fueran cuestiones trascendentales) e incluso algún chiste predecible (peligro). Pero es una rutina que sigue gustando. Al menos así lo certifican las cifras de audiencia: 18,90 millones de espectadores y un 5,6 de rating en la demo, su mejor dato hasta el momento en una premiere. Cifras que nos confirman que la comedia de CBS está más que asentada. Lenta pero segura.
En ¡Vaya Tele! | ‘The Big Bang Theory’, la plácida, entretenida y olvidable rutina
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La noticia 'The Big Bang Theory': lenta pero segura fue publicada originalmente en Vayatele por Lorena Papí.
Javier Fernandez
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