El cine romántico ha cambiado al mismo tiempo que la sociedad lo ha hecho. Ya nadie muere por amor, ni “chico conoce chica” resume casi ningún tipo de relación. Las personas han cambiado junto con su modo de comunicarse emocional y sexualmente, y Jacques Audiard ahora nos muestra su visión al respecto en 'París, Distrito 13' ('Les Olympiades'), un repaso a las relaciones modernas, esas que no empiezan ni terminan, sino todo lo contrario.
Compartir piso, ese arte
La película fue presentada el año pasado en Cannes y cuenta en el guion escrito a seis manos con Léa Mysius y Celine Sciamma, una de las voces más interesantes de los últimos tiempos (‘Petite maman’ fue una de las mejores películas de 2021, y ‘Retrato de una mujer en llamas’ no necesita presentación). Sigue a tres personas en busca no solo del amor, sino de su visión respecto a este, como película enfrentada al romance clásico que no puede evitar caer en sus redes. Un poco como la sociedad en 2022.
‘París, distrito 13’, basada en los personajes de ‘Intrusos’, del gran Adrian Tomine, cuenta tres historias entrelazadas de cuatro personas que no han encontrado su lugar en la vida. La estabilidad emocional y vital se igualan en la obra, que navega en la incomodidad vital millennial sin ofrecer –por suerte- ningún juicio a unos personajes que no tienen una moralidad trastocada o errónea, sino que simplemente tratan de salir adelante utilizando el sexo como única brújula que les puede mantener en pie ante las desilusiones y la falta de certeza de la vida adulta.
El sexo para Audiard no es una catarsis, o no necesariamente: también es rutina y escapismo, e incluso motivo de frustración. Es el único punto en común que pueden tener dos personajes, o quizá la pieza que falta en una relación. Mientras que el cine de otra época nos mostraba el sexo como un momento determinante en toda relación, el punto de llegada del que es imposible volver, en ‘París, distrito 13’ es un comienzo, una rutina y una manera de conocerse, comprobar la compatibilidad, ganar dinero, sentirse vivo o incluso combatir el aburrimiento. En ese sentido, clava su visión sobre el presente sexual de una generación.
Vidas cruzadas al estilo millennial
Lo mejor de ‘París, distrito 13’ es el viaje en tiovivo en el que monta a los cuatro personajes principales, que, como decía la canción, no para de dar vueltas. Y con las vueltas se confunde todo: el sexo con los celos, la curiosidad con el romance, el amor con la estabilidad. Es fascinante, y casi hipnótico, ver el cruce de todas las historias: la película une y desune parejas a placer, se olvida de algunos personajes o les presenta con el metraje avanzado, (pero, ojo, nunca tarde).
Audiard rueda en un blanco y negro potente, que hace crecer y dar atmósfera clásica a una película que tan solo lo es en su apartado técnico. Las historias que entrelaza son tan modernas como humanas y tan contemporáneas como universales. De hecho, ‘París, distrito 13’ tan solo se lanza al color en un plano en el que conocemos a Amber Sweet a través de la pantalla de un ordenador, rompiendo el tono que la película había conseguido mantener hasta ese momento, entre la sobriedad y la inesperada dignidad que otorga a unos personajes que, del inicio al final, parecen suplicar por un poco de esa honra que su día a día parece negarles.
Una chica que se lía con su compañero de piso el mismo día que le conoce y se escaquea del trabajo para tener sexo con desconocidos; el compañero en sí, un universitario que decide dejarlo todo para hacerse cargo de una inmobiliaria; su empleada, una chica que tuvo que abandonar la carrera tras sentirse acosada por su parecido con una camgirl; y dicha camgirl, dispuesta a desnudar su alma y mostrar que hay mucho más bajo la ropa que un simple cuerpo.
Estas cuatro personas conforman el prisma de la película, en el que las situaciones, líos y relaciones sexuales se suceden sin moraleja ni final necesariamente feliz (o infeliz): más que una búsqueda del amor, ‘París, distrito 13’ es una búsqueda de la identidad en un mundo occidental que, bajo una supuesta sobreexposición de la identidad, ahoga las personalidades. Audiard viene a destacar a las personas, incluso a las más mundanas, como el centro de una película humanista que abraza la modernidad sin que la crítica o el comentario a mala idea se haga patente.
Audiard, Sciamma y las cosas de la cama
Tampoco quiero que os llevéis a engaño: ‘París, distrito 13’ es una película excelente y una buenísima opción en la cartelera actual, pero no es una obra maestra, y ni siquiera se cuenta entre las mejores de su director. Su falta de crítica hacia los personajes se confunde en ocasiones con la apatía hacia los mismos, y, para ser una película humanista, a veces parece quedarse en el simple bosquejo de los protagonistas, olvidándose de la tridimensionalidad que sí muestra en otros momentos.
Un guion algo atropellado, que no es todo lo sutil que uno podría esperar, no ahoga una dirección naturalista en la que Audiard vuelve a mostrar su absoluta maestría tras las cámaras. Aunque nunca llega a aburrir, la película sí cae, especialmente en su segundo acto, en un estancamiento para el que es difícil ver algún propósito. Lo tiene, por supuesto, y Audiard sabe reconducir la película a tiempo hacia un final que intenta dejar con un buen sabor de boca al espectador, pero que quizá hubiera sido mejor si continuara con el amargor vital del resto de su metraje.
En resumidas cuentas
‘París, distrito 13’ combina las fuerzas de cuatro de las voces más potentes del panorama cinematográfico galo en una película que explora el amor y el sexo millennials, una generación que busca un lugar en la vida y una estabilidad amorosa que se suple con polvos esporádicos, entremezclando el placer y los sentimientos. Aunque falla en el retrato de algunos de sus personajes, Audiard retrata a la perfección los sinsabores de una generación que en ocasiones parece condenada a una existencia repleta de altibajos emocionales que pueden confundirse con la apatía sentimental.
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La noticia 'París, distrito 13': Jacques Audiard reflexiona sobre el amor, el sexo y la estabilidad de la generación millennial en una película fabulosa fue publicada originalmente en Espinof por Randy Meeks .
Javier Fernandez
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