Lo mejor que se puede decir de una película como 'Pleasure' es que no es ni parece norteamericana. Lejos de las coyunturas donde se produjeron películas hoy clásicas sobre el mundo del porno, como 'Inserts' (1975) o 'Boogie Nights' (1997), la generación woke, el enfoque del feminismo de cuarta ola (tan cercano al libro del estilo del Women Against Porn, de Mackinnon, Dworkin o Steihem, como alejado de la perspectiva de activistas tan diversas como Camile Paglia, Virginie Despentes, Erika Lust o María Llopis) y el puritanismo general han condenado a la pornografía a un ostracismo parecido al que en su día buscaron para él políticos conservadores o activistas judeocristianos.
Sin embargo, no deja de ser paradójico que la hipocresía reinante y subrepticia coincida con un superávit de narcisismo, egolatría y sublimación del éxito y del culto del cuerpo, principalmente a través de las redes sociales. Y más paradójico aún resulta que, a día de hoy, todo el mundo parezca estar en contra de la pornografía cuando ésta se consume más que nunca.
En privado y con sentimiento de culpa, como en los peores tiempos de la censura más rancia. También en esto, como apuntaba el documental 'Pornocracy: the new sex multinationals' (2017), Internet y la globalización han tenido mucho que ver, para bien y para mal, aunque generalmente en perjuicio de los profesionales de la industria.
En 'Pleasure', la directora sueca Ninja Thyberg retoma la temática de su cortometraje homónimo de 2013, con la complicidad y la entrega absoluta de la actriz Sofia Kappel, que da vida al complicado personaje protagonista de forma epatante.
Kappel interpreta a una joven de 19 años sin las cosas demasiado claras que entra en el mundo de la pornografía con la intención de arrasar con todo y convertirse en una estrella mundial... huyendo de su Suecia natal, donde consideraba que todos estaban locos, pero también buscando una identidad y una suerte de realización personal. Pronto descubrirá que esa fama le obligará a asumir una serie de peajes y de hacer algunas concesiones, un precio que deberá pagar si quiere sobrevivir y consolidarse... ¿pero realmente merece la pena?
Un potente retrato femenino
'Pleasure' es, ante todo, un potente y frontal retrato femenino de un personaje lleno de aristas que no tenemos por qué entender del todo y que tampoco nos tiene porque caernos completamente bien. En cualquier caso, es nuestro asidero para una narración que encuentra una clase de sutileza a través de la sobrexposición.
A Thyberg no le interesa hablar de la cosificación de la mujer en la industria ni de construir un cuento moral sobre la pérdida de la inocencia; tampoco quiere hacer una denuncia de un mundo capitalista donde se ha perdido el alma y los valores y los cuerpos han pasado a ser meras mercancías. Más bien, desliza la idea de que en el mundo contemporáneo y a través de la frivolización que conlleva la sobredimensión del éxito y el exhibicionismo todos hemos llegado a prostituirnos en mayor o menor medida. Quizá esa sea el principal valor de su película: que habla de nosotros mismos sin que nos sintamos increpados o aludidos.
La directora refleja la industria pornográfica como el infierno neoliberal que desde luego es, pero, a su vez, trata de transmitir que esa mecánica no es exclusiva del cine para adultos, sino una característica medular de nuestra era. Mezcla una perspectiva documental con un tratamiento más cálido y humano de sus personajes distanciándose con acierto de un enfoque mojigato sobre el asunto tratado.
Evita a toda costa una narración de buenos y malos (los personajes de la industria casi siempre son amables profesionales, e incluso a veces son mujeres, o pertenecen a minorías raciales, aunque jamás están tratados como víctimas, si acaso como supervivientes), se las apaña para no juzgar a su protagonista ni al mundo que la rodea, rompe algunos tabúes (la explicitud a la hora de mostrar el semen), pone en entredicho tópicos opinables (la solidaridad entre las actrices), aborda temas incómodos (el racismo implícito en las categorías del hardcore), sorprende con apuntes inesperados (la instrumentalización del cuerpo de los hombres: el actor que se inyecta para no perder la erección en escena) y no duda en retratar los aspectos más crudos, sórdidos y discutibles de la industria.
Por ejemplo, la representación de las violaciones, abordando las escenas más salvajes y repulsivas con un distanciamiento que resulta tan artero como crudo, impactante y doloroso.
Cine libre y sin ataduras
La película de Thyberg puede leerse como un descenso a los infiernos, como es el caso de la mucho más moralista y sobrevalorada 'Shame' (2011), y como también lo era 'Inserts', en este caso desde una perspectiva masculina y equiparando el mundo de la creación de pornografía con el alcoholismo. La crudeza del retrato la aleja a su vez del enfoque hippie y prosex más ingenuo (viene a colación el término "porno de piruleta" que se puso de moda entre los detractores del discurso de la activista y ex actriz de cine para adultos Amarna Miller).
Es en ese complicado equilibrio donde 'Pleasure' logra encontrar (algo parecido a) la compleja y poliédrica verdad y dotar a su protagonista de los alambres de contradicciones y dudas que la definen y enriquecen. A la hora de cerrar la historia (una historia que, forzosamente, queda abierta) es únicamente donde la directora muestra algunos titubeos; finalmente lo hace de forma aparente y satisfactoria, aunque no del todo brillante.
No se le puede pedir un final perfecto a una película que se muestra sobre todo interesada en generar debates y sembrar interrogantes. En especial cuando 'Pleasure' aborda sobre todo la capacidad depredadora del ser humano y la impiedad del sistema, a pesar de dejar un rayo de esperanza, un latido de compasión, al final del túnel. Tal vez ese sea su talón de Aquiles... pues la humanidad, mejor o peor, si algo que es cien por cien seguro es impredecible. Como la misma naturaleza del acto sexual.
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La noticia 'Pleasure': una incómoda y frontal zambullida en el mundo del porno que rehúye la perspectiva moralista fue publicada originalmente en Espinof por Pablo Vázquez .
Javier Fernandez
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