Es esta una selección complicada porque, para empezar, las cult movies son ese tipo de películas que sabemos identificar, pero es complicado definir. Es un cine que abarca todo tipo de estilos, épocas y géneros, así como todo tipo de aceptación crítica y de público.
Aunque un gran blockbuster de Marvel no será nunca una cult-movie, dentro de la etiqueta encontramos tanto películas censuradas, perseguidas y virtualmente invisibles como otras que desde el primer momento encuentran su público y el boca a boca las convierte en pequeños éxitos.
Cada película de culto es, casi literalmente, su propio mundo, pero podemos encontrar dos rasgos en común entre todas ellas. La primera es la de la vocación de transgredir, sea en lo formal o en lo estético: cantidades excesivas de sexo y/o violencia, temática controvertida o la extravagancia pura y dura suelen ser notas propias del cine de culto. En segundo lugar está el público: apasionado, festivo, devoto, él es el que da el carácter de "culto" a las cult-movies.
Es el público el que inventa bailes y grita a la pantalla, el que acude a sesiones de medianoche y reinterpreta los códigos de un cine genuínamente participativo, y el que mantiene vivas durante décadas a películas que nacieron destinadas a ser olvidadas.
Con solo esos dos elementos, está claro que esta selección va a ser tan heterogénea como incompleta: el cine de culto, de hecho, tiene su propia intrahistoria, con su star-system, sus éxitos y fracasos, paralelos a la adocenada industria masiva. Sirva esta selección de 21 películas como febril homenaje al cine más increíblemente extraño y asilvestrado que ha pasado por la gran pantalla.
La parada de los monstruos (Freaks, 1923)
Un fracaso monumental en su época debido a que ni siquiera pudo completar una carrera comercial al uso. Prohibida durante treinta años en Reino Unido, acabó a efectos prácticos con la carrera de Tod Browning, que venía de un éxito descomunal como 'Drácula' y de una carrera triunfal con Lon Chaney. Y pese a todo, hoy es considerada obra maestra absoluta y canon total del cine clásico de Hollywood.
Lo que está claro es que le costó encontrar su sitio. Durante décadas, 'Freaks' se proyectó en cines de mala muerte y programas dobles de tres al cuarto junto a cine de explotación o directamente pornográfico. Pese a ser una película de una poética visual indiscutible, nada morbosa y con una moral muy clara, el protagonismo de auténticos fenómenos de circo -un entorno que Browning conocía bien, pues se crió en uno- la condenó al ostracismo. Hasta que precisamente su larga vida en circuitos de explotación le otorgó una categoría de película de culto en los sesenta y setenta y acabó siendo redescubierta y reivindicada como el clásico que es hoy.
Maniac (1934)
Hay tres películas de culto tituladas 'Maniac' (cuatro, si contamos la reciente y rarísima serie para Netflix de Cary Fukunaga: parece que nada puede escapar de la extravagancia total si se titula así). Una es el clásico gore de William Lustig y Larry Cohen de 1980, con alma de grindhouse neoyorkino y protagonizada por Joe Spinell, tan brutal y perversa que el mismísimo Tom Savini, encargado de los efectos especiales, la repudió. Otra es su extravagante remake de 2012, producido y protagonizado por Elijah Wood, de una belleza apabullante y rodado íntegramente en cámara subjetiva.
Pero la más rara de las 'Maniac' es esta ignota producción de 1934, ya en dominio público, que dirigió Dwain Esper, padre de la exploitation moderna y responsable de títulos como la también de cultísimo 'Marihuana' o la instructiva 'How to Undress in Front of Your Husband'. Con solo 7500 dólares de presupuesto se inspiró remotamente en un par de cuentos de Edgar Allan Poe para dar forma a la historia de un actor que suplanta a un científico que afirma haber dado con la fórmula para reanimar muertos, enloqueciendo en el proceso. Ultragore de los años treinta, experimentación involuntaria y locura general en una película que solo encontró el éxito cuando fue retitulada como 'Sex Maniac', años después de su estreno.
Loquilandia (Hellzapoppin', 1941)
Aunque su secuencia más popular es esta demoledora exhibición de lindy-hop acrobático e Internet ha hecho mucho por difundirla y viralizarla, 'Loquilandia' fue durante décadas solo un secreto a voces para los fans del cine de culto gracias a su gramática modernísima, en la que se rompe constantemente la cuarta pared, se mezclan géneros y se prescinde de un argumento al uso. Todo muy típico del estilo de music-hall en el que se basa, tan influyente en la comedia cinematográfica de entonces. Pero 'Loquilandia' tiene un plus de chifladura, como avisa el inspiradísimo título en castellano.
Se inspira en un musical de Broadway protagonizado por los mismos cómicos que la interpretaron sobre los escenarios, Ole Olsen y Chic Johnson, que en una metapirueta, en la película intentan poner en pie la adaptación de su obra teatral. El proceso recuerda al ritmo -aunque no llega a sus cimas de abstracta genialidad- de las películas más locas de los Hermanos Marx (cuyos orígenes, por supuesto, también estaban en el music-hall). En modo ametralladora de gags, que recuerda a formas posteriores de comedia como 'Aterriza como puedas', 'Hellzapoppin' arranca con un tobogán que lleva al infierno y donde los artistas son torturados. Y a partir de ahí, sin frenos.
Plan 9 from Outer Space (1959)
Perfecto ejemplo de cómo es la visión del espectador la que trasforma el cine de culto, cambiando la consideración que se puede tener de una película, a veces de forma radical. El cine de Ed Wood Jr. en general, y Plan 9 en particular (a medias con 'Glen or Glenda', quizás su película más inclasificable) permaneció absolutamente ignoto durante la vida del director, que murió en la miseria, escribiendo pornografía y dirigiendo divertidas cochambres como 'Orgy of the Dead'.
Pero en 1980, el fundacional libro 'The Golden Turkey Awards', de Harry y Michael Medved, la convirtió en un anticlásico al definirla como la peor película jamás rodada. Desde ahí, las sesiones de medianoche, los festivales y los circuitos domésticos celebraron sus errores de raccord, su pobreza expresiva, lo inclasificable de sus intérpretes (de un Bela Lugosi que murió antes de terminar el rodaje a Vampira, pasando por el vidente Criswell o el luchador Tor Johnson Jr.) y su inaudita desvergüenza, que casi inventa una gramática fílmica propia. El biopic mainstream de Ed Wood a manos de Tim Burton en 1994, ganador de dos Oscars, terminó de rubricar su disparatado ascenso desde los infiernos de la ignonimia al paraíso de las cult-movies y el cine socialmente bien visto.
Faster, Pussycat! Kill! Kill! (1965)
Todo la obra de Russ Meyer es materia prima perfecta para ser calificada de cine de culto: excesiva, explotativa, sexual, con violencia de dibujo animado, rebosante de humor y autoparodia... desde sus primeras películas dentro de los márgenes de las nudies a su zumbadísimo salto al mainstream con 'Más allá del valle de las muñecas', pasando por los clásicos de su estilo único y reconocible, como 'Vixen!' o 'Up!', Meyer firmó un cine durante toda su carrera que parecía la definición misma de las cult-movies.
Ninguna, sin embargo, ha alcanzado el impacto de 'Faster, Pussycat! Kill! Kill!', calificada por John Waters, que de cine de culto sabe un rato, como "la mejor película jamás rodada". No se lo vamos a discutir: casi como un videoclip de hard-rock filmado décadas antes de que se popularizara el término, la sencillez expositiva y la pureza visual de la película de Meyer, a lo que se suma el perturbador carisma de su protagonista, Tura Satana, la han convertido en una de las películas más homenajeadas de todos los tiempos por los gourmets de la serie B, desde el Joss Whedon de 'Buffy Cazavampiros' a Quentin Tarantino.
Punto límite: cero (Vanishing Point, 1971)
Una noticia real, una persecución automovilística espectacular que puso a la policía en jaque durante horas, fue la inspiración para Guillermo Cabrera Infante, que mezcló en su guión de forma única el cine de persecuciones y la crónica contracultural. Su antihéroe, Kowalski (Barry Newman), es un ex-policía que tiene que conducir, hasta arriba de anfetaminas, un coche desde Denver a San Francisco, con la policía pisándole los talones y convirtiéndose por el camino en símbolo antiautoritario.
Richard C. Sarafian dirigió con brío único y una notable capacidad para la abstracción a altas velocidades una película que solo duró dos semanas en salas en su estreno en Estados Unidos. Su éxito en Europa le dio una segunda oportunidad como parte de un programa doble junto a 'The French Connection', y entre eso y su incansable presencia en la televisión por cable en los ochenta, convirtieron a la película en una pieza de culto, y a su coche, el icónico Dodge Challenger, en un símbolo que fue reverenciado por la cult-movie por excelencia de Tarantino, 'Death Proof'.
Pink Flamingos (1972)
Como Russ Meyer, John Waters es un director que no puede dejar de generar cine de culto: su personalidad está tan arrolladoramente al margen de las convenciones que hasta sus películas más comerciales, como 'Pecker' o 'Los asesinatos de mamá', con presupuesto y repartos propios de producción de Hollywood, son ejercicios de humor esquinado y extrañeza militante muy difíciles de clasificar. Ninguna tan difícil, eso sí, como su primera película, 'Pink Flamingos'.
Perversa, sucia y satírica desde la misma enunciación de su argumento (un grupo de personas compitiendo por ser, oficialmente, la persona más vil del mundo y, oh sí, la cosa está reñida), todo aquí respira esencia de cult movie. Desde su increíble reparto de outsiders encabezado por la insustituible Divine a su pobreza de medios, que obligó a rodar en plan guerrilla y sin permisos por las calles de una nada cosmopolita Baltimore de los setenta. Y culminando todo ello, cómo no, en la secuencia de la mierda de perro, una absoluta cima del cine más radical, transgresor e insólito.
El planeta salvaje (La planète sauvage, 1973)
El cine de animación ajeno a las megaproducciones de Disney y derivados es capaz de ofrecer él solo, múltiples platos de alta categoría para los gourmets del cine. Desde los inicios del lenguaje animado a las películas underground de los setenta y ochenta, de donde surgieron autores cuya filmografía completa rebosa cult-movies históricas, como Ralph Bakshi. Pero 'El planeta salvaje' es especial, por sus circunstancias y resultados.
Es una coproducción entre Francia y Checoslovaquia, de ambiciones claramente anticomerciales, dirigida por René Laloux y coescrita por Lalous y Roland Topor (autor de, entre otras muchísimas cosas, la novela en la que se inspira 'El quimérico inquilino'). Cuando Laloux dejó el proyecto, le sucedió Topor. Y todo ello confluye en una película única, de imaginería surrealista, abiertamente pictórica, y que convierte sus limitaciones técnicas en parte de su identidad, con la historia de un mundo en el que los humanos son vistos como mascotas por unos enigmáticos gigantes de color celeste. Una maravilla evocadora, literalmente única en su género y que no ha envejecido ni un ápice porque siempre ha flotado fuera del espacio y el tiempo.
El hombre de mimbre (The Wicker Man, 1973)
El fan de 'The Wicker Man' (que es, esencialmente, cualquier persona a la que le guste un poquito el cine de terror) nunca tiene bastante de todo el material que ha generado la película. Esta historia de un crimen en una isla que desvela una sociedad pagana y que incluye violencia, erotismo fuertecito, canciones pastorales, humor y una atmósfera demencial sencillamente irrepetible está basada muy remotamente en una novela de los sesenta, tiene un par de remontajes oficiales, algunas secuelas que no cuajaron, una espiritual que no está nada mal y ese remake con Nicolas Cage.
A mí me gusta todo eso porque soy devoto del folk horror (y de Nicolas Cage), pero nada es comparable al extrañísimo magnetismo de la original, fruto de la colisión de la creatividad del director Robin Hardy y el guionista Anthony Shaffer: un thriller rural rebosante de dardos envenenados a la sociedad post-industrial, de un feminismo primigenio extrañísimo y con una capacidad para generar imágenes inquietantes que redoblan su mal rollo por el contexto pagano del argumento. Una película absolutamente redonda y que, como tantas otras que aparecen en esta lista, parece ser no ya la mejor, sino directamente la única de su propio género.
The Rocky Horror Picture Show (1975)
Quizás la cult-movie por excelencia, sobre todo por la gran cantidad de características definitorias que suma: procede de un musical underground y fue un fracaso de taquilla en su época. Pero el público comenzó a acudir a las sesiones de medianoche en Nueva York, interactuando con ella: coreaban las canciones, ejecutaban pequeñas acciones en momentos determinados (disparar pistolas de agua, tirar arroz), incluso subían junto a la pantalla a interpretar diálogos al mismo tiempo que la proyección.
Pero también su mensaje, abiertamente subversivo y peleón, forma parte de su categoría de culto, empezando por su aún hoy corrosiva y celebrada androginia, que abarca desde los míticos créditos iniciales a la propia figura de Frank N. Furter, que se convirtió en icono LGBT de modo fulminante. Acorde con ello, aunque la película parodia y homenajea al cine de ciencia-ficción clásico, su estética está más bien inspirada en el glam rock y el naciente fenómeno punk que ya se vivía en las calles. Como guinda muy del cine de culto de siempre, algunos de los actores, como Susan Sarandon y, en menor medida, Tim Curry, acabarían desarrollando una carrera comercial al margen de estos disparatados inicios.
Hausu (1977)
¿Quieres sacarte una película de culto de la manga por la vía rápida? Cuando tus jefes te pidan que hagas una imitación de 'Tiburón', dile a tu hija pequeña que te cuente las últimas pesadillas que ha tenido y embútelas en una película de casas encantadas sin preocuparte demasiado por la coherencia argumental. Es lo que hizo Nobuhiko Obayashi cuando el guión de terror de su compañero Chiho Katsura llevaba dos años sin poder financiarse.
Claro, que puede pasar que la película resultante no tenga el más mínimo sentido, pero a quién le importa cuando es un auténtico bazooka de ideas delirantes, imágenes para la posteridad, ultragore naïf, efectos especiales deliciosamente rudimentarios y un guión que bebe tanto de las tradiciones de espectros orientales como de 'Diez negritos' de Agatha Christie, con su historia de un grupo de colegialas atrapadas en una casa encantada. De gran éxito en Japón en su día, permaneció en la oscuridad en Occidente hasta que Criterion la recuperó en su sello para cine de culto a principios de este siglo.
Cabeza borradora (Eraserhead, 1977)
Aunque en cierto modo podría decirse que todo el cine de Lynch respira la esencia de las cult-movies, pocas encajan en la categoría mejor que 'Cabeza borradora', aún hoy la más extraña, sugerente y pesadillesca de sus invenciones. Fue su opera prima y, como tantas otras de esta lista, fue recibida entre la más absoluta indiferencia, pero los pases de madrugada y el boca-oreja la convirtieron en el clásico reconocido del cine extraño que es hoy, hasta el punto que figura en la Librería del Congreso de los Estados Unidos por su importancia histórica.
Lo curioso es que la película, pese a lo críptico de sus imágenes, posee una serie de iconos reconocibles que se han convertido en parte indisociable de la cultura moderna: la chica del radiador y su irrepetible nana sobre cómo en el cielo todo va bien, el pelo de Jack Nance, el bebé deforme, los exteriores de fábricas en corrosivo blanco y negro... una mezcla intuitiva y muy estética de simbología post-industrial y enigma irresoluble que han reforzado su categoría de obra maestra del cine de culto durante todos estos años.
Arrebato (1979)
Hipnótica y decadente, esta metapelícula del llorado Iván Zulueta es lo más cerca que hemos estado en España de tener una genuina película de culto ajena a todo lo que no sea el mero impulso creativo: al margen de la industria y de modas, incluso su trayectoria comercial fue paradigma de la etiqueta de culto. Se estrenó casi a escondidas un año después de su rodaje, desapareció del mapa durante un par de décadas y solo empezó a ganar notoriedad a principios de este siglo, con su reestreno y el reconocimiento de sus valores.
Mitad película de vampiros, mitad metáfora sobre la droga, asombrosa reflexión sobre el ingenio y la imaginación, hasta las fuerzas creativas que hay tras ella tienen un halo de malditismo propio del cine de culto: su protagonista, el cautivador Will More, hizo muy pocos papeles más, y permaneció desaparecido durante años, hasta su reciente muerte hace unos meses. E Iván Zulueta luchó el resto de su vida, hasta su muerte en 2009, con los temas vectores de 'Arrebato': el bloqueo creativo y la adicción a la heroína.
Forbidden Zone (1980)
Más que una película de culto, un batiburrillo de referencias de la misma etiqueta, que abarcan desde el musical revindicativamente ambiguo de 'Rocky Horror' a la corrosiva disconformidad freak de 'La parada de los monstruos', pasando por la celebración involuntaria del error de 'Plan 9' o la anarquía con raíz en el music hall de 'Loquilandia'. A ello añade otros elementos de indudable culto como la lisérgica animación en blanco y negro de principios de siglo o el cine porno de los setenta. El resultado, de una coherencia insólita pese a su extravagancia, fue rubricado por Richard Elfman, hermano de Danny Elfman, y también creador de culto por méritos propios.
De hecho, la película y su magistral banda sonora es una adaptación de las performances de The Mystic Knights of the Oingo Boingo, un grupo teatral de vanguardia que posteriormente haría carrera nuevaolera, ya simplemente como Oingo Boingo, liderado por Danny Elfman. La historia, pura ironía posmoderna, acerca de una puerta que abre vías a otras dimensiones, es perfecta para aglutinar toda la locura en estado puro que propone el buen cult-cinema.
El asesino del Shogun (Shogun Assassin, 1980)
La película que desató la fiebre por el cine de samuráis en Occidente, por encima incluso de las películas de Kurosawa, fue este salvaje remontaje, adaptado a los gustos occidentales (es decir, menos contemplación, más acción), de las dos primeras películas de un total de seis de la saga 'Lone Wolf and Cub', inspiradas en el mítico manga de Kazuo Koike y Goseki Kojima. Es decir, 'Lone Wolf and Cub: Sword of Vengeance' y, sobre todo, 'Lone Wolf and Cub: Baby Cart at the River Styx', ambas de 1972.
Este es el inicio de la historia de un asesino al servicio de un señor feudal que cae en desgracia por falsas acusaciones de traición. Convertido en un asesino sin dueño, busca venganza acompañado de su hijo de tres años, a quien lleva en un carrito. Las dos películas fueron remontadas por Robert Houston y David Weisman, que compraron los derechos de los films originales a la Toho. Fueron distribuidas por Roger Corman en el circuito grindhouse y, más tarde, en formato doméstico por Universal, que se encontró innumerables obstáculos por culpa de su notoria violencia. Lo que sin duda le ayudó a alcanzar su categoría de culto: paradójicamente, el resultado es -pese a su condición de obra bastarda-, perfecto para iniciarse en el cine de samuráis de los setenta.
Repo Man (1984)
Una película de culto tan extraña e inclasificable como su responsable, Alex Cox, que obtuvo cierta fama como cineasta punk entre ésta y la no muy memorable pero altamente exitosa 'Sid y Nancy'. El fracaso de 'Walker' lo alejó de las producciones más o menos medianas, pero en su filmografía hay películas tan gozosas como 'El patrullero', 'Directos al infierno' o 'Bill the Galactic Hero'.
En 'Repo Man' y con la colaboración de unos estupendos Emilio Estévez y Harry Dean Stanton, cuenta la historia de una pareja de recuperadores de coches que han sido embargados por préstamos no pagados, y del alucinante contenido que hay en el maletero de uno de ellos. Rebosante de musicote, humor y ciencia-ficción, 'Repo Man 'ha influído en películas de mucha más fama, como 'Pulp Fiction', y tiene una reciente pseudosecuela, 'Repo Chick', tan horrenda como interesante, rodada íntegramente frente a un croma.
Mal gusto (Bad Taste, 1987)
El debut de un Peter Jackson, muy alejado aún de los excesos presupuestarios y estéticos de la Trilogía de los Anillos que le darían fama y prestigio, forma parte de un tramo inicial de su filmografía que es gozo hiperquinético puro, con gore a raudales y humor patizambo de primera categoría. 'El delirante mundo de los Feebles' y sus marionetas para adultos y la perfección splapstick de 'Braindead' son hitos, pero 'Mal gusto' sigue siendo la más barata, rabiosa y salvaje de todas.
La historia de una raza alienígena que viene a hacer hamburguesas con los humanos tiene referencias tronadas a las Antípodas, unos extraterrestres divertidísimos, un tronchante Jackson como actor revelación y un periplo de producción de varios años rodando los fines de semana. Todo junto dio luz a una de las comedias gore más extrañas de todos los tiempos. Jackson ha anunciado que pretende restaurar este tramo inicial de su carrera, con lo que a lo mejor en breve podemos deshacernos del mugriento VHS donde las tenemos grabadas. De culto, pero VHS al fin y al cabo.
Amanece que no es poco (1989)
Definible y clasificable solo como parte de la obra de José Luis Cuerda, esta película insólita y aún hoy distraída de cualquier corriente del cine español, inventó los memes en nuestra industria antes de que Internet fuera algo mínimamente concebible. Sus dialogos redichos ("Viva el munícipe por antonomasia") y su surrealismo rural a las bravas se convirtieron en latiguillos citables bajo cualquier circunstancia, y pese a su fracaso en taquilla, la redifusión televisiva y el boca a boca la dotaron de una categoría única.
Como punto intermedio de una trilogía que arrancó con la aún más rara pero no tan accesible 'Total' y que se ha cerrado hace apenas unas semanas con la respondona pero mucho más domesticada 'Tiempo después', 'Amanece que no es poco' sigue siendo un oasis absoluto en la comedia española de los ochenta. Alejada de los núcleos urbanos que se llevaban en el humor cosmopolita patrio de entonces y usando el costumbrismo pueblerino como arma arrojadiza, 'Amanece que no es poco' conserva intacta, después de todos los años, la magia de lo imposible, lo arbitrario y lo inesperado.
Audition (1999)
Todo Takashi Miike y su desquiciado estajanovismo, que lo mismo se hace una épica de gángsters de tres horas que adapta un anime empachándose de CGI, es materia prima para el cine de culto. Pero su revelación internacional en 1999 es no solo una de sus mejores películas (que es bastante decir) sino que encaja bastante bien con nuestra etiqueta. Nacida a rebufo de otro éxito (fue un encargo de la Toho para intentar replicar el impacto internacional de 'Ringu', otro caso de terror asiático de culto), obtuvo un reconocimiento inmediato en festivales y gracias al boca-oreja.
Su estilizada ultraviolencia, su famoso giro argumental y el delicado sadismo de su historia e imágenes convirtió 'Audition' no solo en un éxito, sino en paradigma de lo que sería el cine de género asiático en el nuevo siglo. Aún estaban por llegar producciones como 'Ju-On' dentro del terror, 'Battle Royale' fuera de él y autores como Sion Sono, que en breve lanzaría al mundo películas como 'Suicide Club'. Serían los primeros estandartes de una filmografía compleja y a veces imposible de entender en toda su magnitud para el público occidental como es la japonesa, y que en muchos casos nos lleva a considerar ya directamente de culto todo lo que llega desde allí... aunque sean producciones refrendadas por mastodónticos éxitos de taquilla en Asia.
Donnie Darko (2001)
Una película única no solo por su singularidad industrial y creativa, sino también como parte de la obra de su director, Richard Kelly, el típico director que cae simpático, pero que no sabe aceptar un metafórico "no" por respuesta. Después de que esta locura de crípticos viajes en el tiempo recibiera una tibia respuesta en taquilla debido a su casual coincidencia con los atentados del 11-S, siendo uno de los detalles de su argumento un terrible accidente de aviación de origen desconocido, el boca-oreja hizo milagros con su trayectoria en formato doméstico.
Lo enigmático de su propuesta (que el propio Kelly se encargó de echar por tierra en un terrible director's cut sobreexplicativo y sin fuste), su capacidad para ametrallar al espectador con imágenes tan icónicas como la del conejo monstruoso y la escalofriante personalidad de un joven Jake Gyllenhaal le otorgaron una categoría única. Kelly no sería capaz de continuarlo ni en el aparatoso descalabro 'Southland Tales' ni en la simpática pero inane 'The Box'. Lo que sin duda refuerza la categoría de joya aislada y en bruto de su debut.
The Room (2003)
Como le pasa a 'Plan 9 from Outer Space' (aunque yo diría que ésta anda más cerca de 'Glen or Glenda'), estamos ante una película tan ajena a la narrativa convencional que su culto se ha extendido bajo la etiqueta de "mala", pero esconde una realidad mucho más compleja, un absoluto asalto a las reglas del cine, tan desconcertante como entrañable. Y también como Ed Wood, su responsable Tommy Wiseau disfrutó de un biopic destacable, 'The Disaster Artist', pero que reducía a los mínimos la fascinante personalidad del director original.
'The Room' ni siquiera se acoge a los géneros habituales del cine de culto, casi siempre afines al fantástico: la bola de demolición de Wiseau es un drama de pareja, ridículamente misógino y muy posiblemente basado en hechos reales (o lo que Wiseau cree que es la realidad), y su visionado es tan doloroso como fascinante. Su culto se ha producido prácticamente desde su estreno (aunque obviamente se ha incrementado en los últimos tiempos gracias a Internet y el biopic) en términos muy similares en cuanto a la relación con el públicio a los de una película diametralmente opuesta, 'Rocky Horror Picture Show'.
Esta ha sido nuestra selección del mejor cine de culto, pero claro, solo es una elección. En un tema como este, las posibilidades se extienden hasta el infinito. Recuerda que es solo nuestra opinión y te invitamos a que expreses la tuya en los comentarios. ¿Qué películas de culto imprescindibles echas de menos en la lista?
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La noticia Las 21 mejores películas de cine de culto de la historia fue publicada originalmente en Espinof por John Tones .
Javier Fernandez
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