Siths contra Jedis, lado luminoso contra reverso tenebroso de la Fuerza, Imperio contra República, renovación contra clasicismo, J.J. Abrams contra Rian Johnson. Desde que 'Los últimos Jedi' pusiera patas arriba el universo 'Star Wars' con una vuelta de tuerca a las bases sobre las que se ha edificado la franquicia desde sus orígenes, la polarización habitual de opiniones entre el fandom galáctico, como si de ambos bandos en la ficción se tratase, se ha recrudecido hasta límites insospechados.
Bajo este panorama y con un último episodio en el horizonte destinado a dar un cierre definitivo a la saga de Skywalker, desarrollada a través de cuarenta y dos años y nueve largometrajes, era lógico que la situación se exacerbase; dividiendo aún más si cabe a un público ávido de respuestas y de una conclusión a la altura de las circunstancias que, salvo sorpresas, iba a volver a situar su opinión en los terrenos del amor o del odio.
Abrams tenía una ardua tarea recogiendo el testigo de Johnson, viéndose obligado a dar carpetazo a la historia de Rey, Ben, Luke, Leia y compañía y atando todos los cabos que quedaron sueltos tras el controvertido Episodio VIII; y, a título personal —después de todo, la crítica de cine no es una disciplina objetiva ni una ciencia exacta, por mucho que algunos se empeñen en proclamar lo contrario—, puedo afirmar que ha salido ampliamente airoso del atolladero.
Huelga decir que ‘El ascenso de Skywalker’ no es, ni mucho menos, la mejor cinta de la enealogía —ni tan siquiera es un largometraje redondo en términos narrativos—, pero sus 142 minutos de metraje me han ofrecido todo lo que podía pedir: un fantástico ejercicio de cine de aventuras a la antigua usanza que condensa la esencia de ‘Star Wars’ entre grandes tragedias, batallas imposibles y un corazón tan grande como un destructor estelar.
Hipervelocidad narrativa
El Episodio IX tiene, de partida, un gran problema que le impide hacer gala de una narrativa pulida y depurada, y esa es la necesidad de resolver demasiadas tramas y cabos sueltos en un tiempo especialmente limitado; lo cual se traduce en un desarrollo espídico y atropellado en el que las tijeras de Maryann Brandon y Stefan Grube —el dúo de montadores del filme— han mutilado sin ningún tipo de piedad cualquier momento de respiro, encadenado transiciones y escenas de un modo tan frenético como caótico.
Este ritmo inagotable priva a los personajes del tiempo necesario para digerir, procesar y reposar las consecuencias los giros dramáticos que les afectan, mermando la intensidad de sus emociones y de la respuesta del espectador ante las mismas. Como muestra, no tenemos más que pensar en la fugaz subtrama de la muerte de Chewbacca, en la que el arco de reacción Rey, Poe y Finn se ve limitado al no dar espacio suficiente al duelo y a la rapidez con la que se revela que el wookie aún vive.
Pero esto no quiere decir, bajo ningún concepto, que ‘El ascenso de Skywalker’ no sea una película tan vibrante y magnética como cabría esperar de un nuevo pasaje de la épica espacial de George Lucas. Siguiendo la estela de sus dos predecesoras, aunque más próxima al estilo conservador de ‘El despertar de la fuerza’, volvemos a encontrarnos con un relato de lo más emotivo y divertido que equilibra de nuevo ese aura espiritual marca de la casa con el espectáculo audiovisual más contundente.
Abrams, apostando nuevamente por lo analógico y amparado una vez más por la magnífica fotografía en 35mm de Dan Mindel —que repite tras el Episodio VII— y por las extraordinarias partituras de un John Williams que vuelve a mostrarse como el verdadero estandarte de la saga, deja un repertorio de instantáneas para el recuerdo que será difícil que borre de mis retinas.
Para muestra, ahí están la descomunal batalla contra la flota de destructores estelares de la Orden Final y el aterrador ritual en Exegol que se desarrollan en paralelo durante el clímax; un festival de luces estroboscópicas y oscuridad sólo superado por el alucinante duelo entre Rey y Kylo Ren sobre las ruinas de la segunda Estrella de la Muerte en Endor. Un puñado de ejemplos con los que ilustrar que ‘El ascenso de Skywalker’ es una experiencia ‘Star Wars’ de tomo y lomo; irregular en su narrativa, pero impecable en su forma.
Punto y final
Como era de esperar después de lo ocurrido con los episodios VII y VIII, y viviendo unos tiempos en los que el fandom proclama como suyas producciones como la que nos ocupa, estaba claro que la gran controversia de ‘El ascenso de Skywalker’ iba a girar en torno a las decisiones tomadas por Chris Terrio y J.J. Abrams a la hora de perfilar las claves sobre las que pivotaría el guión de este último acto galáctico —que, dicho sea de paso, me han dejado mayormente satisfecho—.
Es más que evidente la intención rupturista del Episodio IX frente a lo mostrado en ‘Los últimos Jedi’; aunque, más allá del cambio de parecer de Luke y de su arrepentimiento por su modo de actuar en la anterior película —algo completamente lógico si tenemos en cuenta su conversación con Yoda en la cinta de Rian Johnson—, Abrams ha optado por tomar nuevos caminos derivados de los existentes y no por destruir los previos para construir sobre ellos, aprovechando elementos como el surtido de habilidades de la Fuerza, que irritaron a muchos hace un par de años, y que ahora incluyen la sanación.
Estas nuevas sendas por las que discurre ‘El ascenso de Skywalker’ están marcadas por el retorno de Darth Sidious y por la gran revelación de la trilogía, que acaba de un plumazo con el misterio sobre la ascendencia de Rey al desvelar que la huérfana es nieta del mismísimo Palpatine. Un gran giro que justificaría las visiones de la heroína relacionadas con la influencia del lado oscuro de la Fuerza vistas con anterioridad, y que desemboca en un tercer acto inesperadamente lóbrego que abraza los cánones del terror sin ningún tipo de remilgos.
El emperador, cuyo cuerpo decrépito, casi descompuesto, ha permanecido con vida a duras penas gracias a la maquinaria y a sus acólitos en Exegol, moviendo los hilos de todo lo acontecido en ‘El despertar de la fuerza’ y ‘Los últimos Jedi’, manipulando a Kylo Ren y dirigiendo fallidamente su relación con Rey; un vínculo que se eleva como lo mejor de todo el largometraje en términos emocionales, culminando con la redención en forma de beso y unión espiritual con Leia que cierra el arco dramático de un Ben Solo mucho más complejo y rico en matices que la protagonista de la función.
Es una lástima que la falta de tiempo para desarrollar completamente todas estas ideas y la necesidad de acudir a fuentes externas —como la novelización del filme— para encontrar respuestas más sólidas y contundentes lastren este Episodio IX. Porque puede que un Jedi no ansíe aventuras ni emociones, pero desde el patio de butacas, es todo lo que puedo desear al enfrentarme a un largometraje de ‘Star Wars’, y ‘El ascenso de Skywalker’ me ha regalado da un fin de fiesta impagable y rebosante de ellas.
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La noticia 'Star Wars: El ascenso de Skywalker' cierra la saga con aventura, emoción y un corazón tan grande como un destructor estelar (crítica con spoilers) fue publicada originalmente en Espinof por Víctor López G. .
Javier Fernandez
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