‘El irlandés’ e ‘Historia de un matrimonio’ han acaparado los titulares cinematográficos de las películas originales de Netflix durante los últimos meses, pero en ese tiempo también han lanzado otros títulos que merecen nuestra atención. Ya os hablé en su momento de ‘Klaus’, un clásico navideño instantáneo dirigido por el español Sergio Pablos, y ahora es el turno de ‘Los dos papas’, el nuevo trabajo tras las cámaras de Fernando Meirelles.
Basado en la obra de teatro de Anthony McCarten, ‘Los dos papas’ responde muy bien al concepto de crowd pleaser, ya que todo parece diseñado para dejar de buen humor al espectador en lugar de ofrecer una visión más afilada de un momento clave dentro de la historia de la religión católica. Eso lleva a que la película se apoye casi totalmente en las interpretaciones de Anthony Hopkins y Jonathan Pryce, de largo lo más estimulante de la función.
La apuesta de ‘Los dos papas’
El propio McCarten se ha encargado de escribir el guion y me gustaría pararnos un instante a ver cuáles fueron sus anteriores trabajos en la gran pantalla para entender mejor su acercamiento a la historia de ‘Los dos papas’: ‘La teoría del todo’, ‘El instante más oscuro’ y ‘Bohemian Rhapsody’ llevan también su sello. En todas ellas se ofrecía un repaso funcional de los hechos reales, importando más el trabajo de sus protagonistas, por no dejarlo simplemente en su lucimiento personal.
En ‘Los dos papas’ volvemos a encontrarnos con más de lo mismo en ese frente, siendo la mayor sorpresa que se haya optado por un tono más ligero con una fuerte presencia de la comedia. Sin duda es una forma de limar la distancia que una parte importante del público pueda sentir hacia las figuras de Benedicto XVI y Francisco I, optando por centrar el eje del relato en el segundo, de ideología más progresista.
A su manera, eso no es más que una excusa para no ahondar en las posibles motivaciones de Ratzinger para retirarse, ya que ahí ‘Los dos papas’ se queda un poco en tierra de nadie justificando su decisión como una especie de iluminación repentina de que la iglesia católica necesitaba a alguien como Bergoglio al mando. No es esa la película que nos querían contar, pero sí que deja un regusto agridulce porque sí que se profundiza en el papel que Bergoglio ha tenido en la iglesia a lo largo de los años, mientras que todo queda en el aire en el caso de Ratzinger.
Una película funcional
No obstante, lo que sí le interesa a la película es cómo mostrar que alguien que está a punto de presentar su renuncia cambie de idea hasta el punto de acabar convirtiéndose en el nuevo Papa. Para ello se indaga de forma habitual en el pasado del personaje interpretado por Pryce, mostrando desde su entrada en la orden religioso hasta las diferentes luces y sombras, estas últimas sobre todo durante la dictadura argentina.
Ahí todo está muy medido por McCarten para no aligerar la importancia de los hechos pero tampoco para resaltarlos en exceso. Es importante mantener esa humildad que caracteriza al personaje tanto por una cuestión de lógica interna como para evitar que uno se distancie emocionalmente de la propuesta, ya que a la hora de la verdad eso es lo que va a determinar la eficacia de una propuesta así.
Eso lleva a pasar de puntillas por algunos de los problemas más peliagudos de la iglesia católica durante los últimos años para dar todo el peso a unas diferencias entre los dos protagonistas que no tardan en parecer mucho más insalvables de lo que parecen durante los primeros minutos, centrados en la elección de Ratzinger como Papa.
Todo ello está plantea son un ritmo solvente y agradable por parte de Meirelles, quien sabe qué material tiene entre manos y no busca tensiones innecesarias, centrándose en ilustrar el relato pero sin permitir nunca que la puesta en escena prime sobre lo interpretativo. Es cierto que Pryce parece contar con más facilidades por tener más desarrollo su personaje y una actitud que provoca una mayor empatía, pero Hopkins se sobrepone rápidamente a los rasgos más negativos para provocar una sensación de cercanía equiparable.
En resumidas cuentas
Al final lo que plantea ‘Los dos papas’ es un juego en el que todo está marcado por la capacidad del espectador para entrar o no en él. En ningún caso creo que deberíamos hablar de una gran película, pero sí de una propuesta curiosa realzada por las estupendas interpretaciones de Hopkins y Pryce. Se hubiese agradecido que manejasen un material menos amable, pero ya decía antes que estábamos ante un crowd pleaser y en ellos no se trata de retar al espectador, sino de provocarle una ilusión de satisfacción con lo que ha visto.
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La noticia 'Los dos papas': Anthony Hopkins y Jonathan Pryce sobresalen en un efectivo "crowd pleaser" para Netflix fue publicada originalmente en Espinof por Mikel Zorrilla .
Javier Fernandez
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