Durante uno de los pasajes de la brillante de principio a fin 'El Reino', se nos muestra, a través de los ojos de su corrupto protagonista, una escena tristemente costumbrista en la que el cliente de un bar se percata de que el camarero se ha equivocado con el cambio, beneficiándole, para después irse sin mostrar siquiera la intención de devolver el dinero extra que se ha embolsado por error ajeno.
Este pequeño detalle, que podría parecer insignificante, no sólo sirve para hacer más terrenal el entramado de podredumbre política sobre el que gira la película. Además, lanza la pelota al espectador para aportar un extra de contundencia a su ambiguo y complejo discurso sobre la moral y el deber, y refuerza hasta el extremo este atípico ejercicio de empatía con un ser despreciable que firma con maestría Rodrigo Sorogoyen.
Si 'El reino' merece dos calificativos en concreto, esos serían "necesaria" y "oportuna". Y es que lo nuevo de Sorogoyen tras la espectacular 'Que Dios nos perdone' ha llegado en un momento especialmente adecuado, con nuestra clase política sometida a un examen constante por los medios de comunicación y por una opinión pública cada vez más desencantada por las impunes y deleznables corruptelas de los que ya no gobiernan, y por los deslices que puedan cometer —o cometan— los recién llegados.
Así, el director madrileño pone a prueba las conciencias, los nervios y los estómagos de los espectadores más comprometidos e indignados llevando a la gran pantalla su versión dramatizada de un caso real más que conocido por todos; omitiendo nombres propios y convirtiéndolo en un thriller capaz de cortar la respiración con su ritmo inagotable, su corrosiva acidez y esa machacona música electrónica que parece ir acompasada al siempre acelerado pulso de los personajes.
Porque 'El reino' es puro nervio; un viaje espídico a través de las cloacas del estado y de la ética de nuestros dirigentes en el que la cámara de Sorogoyen, libre, desquiciada y sucia —tal y como refleja el plano de apertura de la cinta, con la lente polvorienta— nos sumerge de lleno en una atmósfera malsana y opresiva que permanece intacta durante sus dos horas de metraje cortadas sin miramientos en la sala de edición.
Al nivel de su intachable factura técnica y puesta en escena, e incluso puede que un nivel por encima, se encuentra un reparto sobresaliente, encabezado por un Antonio de la Torre que tiene medio Goya en el bolsillo gracias a su efectiva humanización del enemigo del pueblo —y de su propio partido— y a quien acompañan un elenco de secundarios de primerísimo nivel en igual estado de gracia —mención especial para la esporádica e impagable participación de Barbara Lennie—.
Con 'El reino', Rodrigo Sorogoyen se reafirma como un grande de nuestro cine, rubricando un thriller quintaesencial que te mantiene pegado a la butaca con gesto de estupefacción en todo momento, agotado por un torbellino de caos, crispación y buen cine que vuelve a demostrar que el séptimo arte es una herramienta óptima para retratar el mundo que nos rodea. Por mucho que nos duela.
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"El protagonista corrupto de 'El reino' puede despertar cierta empatía". Antonio de la Torre
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La noticia 'El reino': un torbellino de caos, crispación y buen cine que extrae oro de las cloacas de nuestra clase política fue publicada originalmente en Espinof por Víctor López G. .
Javier Fernandez
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