'Qué fue de Brad' ('Brad's Status') llega en un momento complicado para una película de sus características. El público solicita o bien escapismo puro y sin compromiso, o bien películas que traten temas reales, cercanos y comprometidos. Pero no producciones sobre hombres privilegiados, en envidiable posición social y económica, lloriqueando durante más de dos horas acerca de la envidia que le tienen a otros compañeros de quinta, aún más privilegiados.
Por suerte para 'Qué fue de Brad', el encargado de tan detestable tarea es Ben Stiller. Un actor que desde el principio de su carrera (muy desde el principio, y a algunos grandes sketches de 'The Ben Stiller Show' me remito) se ha consagrado a una variante de la comedia para la que no todo los cómicos, esa selva de egos desbordantes, están dotados: la auto-humillación.
En una clave más patética y menos patodonaldesca que otros genios de esta variante, como Larry David -más proclive a entrar con facilidad en modo "bomba de relojería"-, Ben Stiller es experto en poner todos los elementos de una historia en su contra, y hacer que el espectador disfrute contemple a un hombre que se hace trizas.
El problema llega cuando 'Qué fue de Brad' propone que nos sumerjamos en las penurias, entre cotidianas y patéticas, de un padre de familia que mientras acompaña a su hijo para que haga algunas entrevistas en futuras universidades, atraviesa una crisis basada, esencialmente en que todos sus amigos de la universidad (interpretados aquí por Luke Wilson, Michael Sheen y Jemaine Clement en divertidos papeles muy secundarios) han triunfado. Él, que optó por un camino laboral más ético (dirige un directorio de ONGs en Internet), ahora se pregunta por qué no ha tenido esa suerte.
Pese a que 'Qué fue de Brad' quiere plantear un conflicto más o menos universal (al menos para el 50% masculino: la crisis de la mediana edad), falla a la hora de conseguir que empaticemos con este drama tan de clase media-alta. Incluso aunque el espectador, de hecho, sea de clase media-alta, puede ver claramente que todo lo que atormenta a Brad es insustancial. Tan insustancial, en el fondo, como las penurias de Ben Stiller en la saga 'Los padres de ella', por poner un ejemplo reciente, pero con la diferencia de que, en papeles similares, el conflicto (el choque con unos suegros difíciles) era infinitamente más universal.
Lo que consigue 'Qué fue de Brad' con este delicado posicionamiento es que Brad caiga mal al espectador o, aún peor, no le importe. Por eso es más interesante cuando el personaje de Stiller cae en alguna mezquindad ocasional (un fugaz pálpito lujurioso hacia una joven amiga de su hijo, o algún arrebato de vanidad justificando su carrera en el que, ahí sí, todos nos podemos ver reflejados) que cuando Stiller intenta que entendamos su revelación de que todos estos calentamientos de cabeza valen la pena si consigue que su hijo se convierta en un clónico de sus ansiedades.
'Qué fue de Brad': maligno retrato de la envidia generacional
'Qué fue de Brad' encuentra, sin embargo, ciertos momentos de verdad más o menos universal gracias a la divertida y emotiva interpretación de Austin Abrams como el hijo de Brad, Troy. Perfectamente creíble como post-adolescente con intereses e inquietudes que en nada coinciden con los de su padre, Abrams es el reflejo del espectador que resopla cada vez que su padre se ve torturado por un deseo vanidoso y que solo le importa a él. Como el espectador, Troy quiere a su padre, pero no puede evitar mirar al techo cada vez que tiene una idea que disfraza de favor a su hijo pero que en realidad solo sirve para masajear su propio ego.
En general, 'Qué fue de Brad' parece estar pidiendo disculpas por existir, del mismo modo que ruega que te caiga bien un idiota más o menos estándar como el protagonista. Esta película de Mike White, también guionista y actor -y firmante de obras algo más interesantes, como la serie 'Iluminada', de la que fue showrunner- se autofustiga humillando al protagonista, haciendo obvio que su crisis de madurez no es más que una chorrada y que más le vale hacerse a un lado y dejar pasar a las nuevas generaciones. Pero al mismo tiempo suplica que le entendamos y empaticemos.
Es indiscutible que con talentos de la envergadura de Jemaine Clement, Jena Malone o Luke Wilson haciendo papeles secundarios, a menudo también proclives a poner en ridículo a sus propios personajes, a lo que se suma la solidez de los actores juveniles, como el citado Abrams o la debutante Shazi Raja, 'Qué fue de Brad' encuentra más de un momento de brillantez en su abultado metraje. La experiencia de Stiller en papeles de este tipo y sus pocos reparos a la hora de mostrar el lado más patético de su personaje dotan de cierto empaque dramático (y cómico) a la historia.
Al final del día, 'Qué fue de Brad' es una feel-good movie mediana, cuyos únicos ramalazos amargos vienen de una característica quizás no del todo prevista por White. Más que una crisis de identidad transversal a distintas generaciones, la película incide en un drama muy de esta época y muy de determinada edad: la terrible envidia que corroe a los baby boomers incapaces de responder a las expectativas de ser una generación de triunfadores. Identificando este negro sentimiento como huella que define a una generación, 'Qué fue de Brad' se queda a medio camino, pero si hubiera indagado en esa maligna idea, habría sido mucho más incisiva.
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La noticia La respuesta a 'Qué fue de Brad' es que da un poco igual fue publicada originalmente en Espinof por John Tones .
Javier Fernandez
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