José Abreu Felippe - El Nuevo Herald
Cuando vi, en el marco de una serie de lecturas dramatizadas, la que se hizo de Matemática del deseo, lo primero que pensé fue en lo difícil que resultaría llevarla a escena. Era una obra muy compleja, con mucho texto que se movía en diversas tesituras –que iban del tono filosófico-intelectual a la carnalidad en la cotidianidad de una pareja–, pero sobre todo por un constante ritornello, un girar sobre sí misma, con constantes saltos hacia delante y hacia atrás, que la convertían en un verdadero reto para cualquier director.
Pues bien, Yoshvani Medina, su autor, la dirige en un montaje que me atrevo a calificar de espectacular. La obra abre con una construcción en el proscenio en forma de pirámide truncada, hecha con cubos –en su acepción geométrica– de plástico con ranuras que permiten ver a través de ellos y colocados con espacios entre uno y otro. Aunque más bien funcionan como piezas de Lego que permiten a los tres actores construir los distintos escenarios donde se desarrolla la obra, la recepción de un hotel, un gimnasio, una cama, asientos, etc. Es un trabajo que, se nota, ha sido muy bien ensayado pues requiere de un constante armar y desarmar, sin tregua, sin pausas, y que no admite fallos. Los actores salen airosos de esta dura prueba y no es de extrañar pues se trata de tres experimentados profesionales, Juan David Ferrer, Yenilén Mola y Yrelkah Brown.
Francisco Javier Fernandez
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