Siguiendo la línea de ediciones anteriores, la Sección Oficial de la Semana Internacional de cine de Valladolid (Seminci) de este año ha contado con un considerable número de obras de alta calidad, aunque continúa ofreciendo demasiados títulos amables, predecibles, con escasas ideas visuales sugerentes u originales, que optan por una narración clásica.
Además, buena parte de los filmes programados no van a tener ningún problema en ser estrenados en España (de hecho, algunos ya llegaban al festival con distribuidora), ya sea por el peso de los nombres de sus autores (Paul Schrader, Asghar Farhadi, Joaquim Trier) o por los relevantes premios cosechados en otros festivales (competían en S.O. el León de Oro en Venecia, el Leopardo de Oro en Locarno, el premio a la mejor actuación masculina en Locarno, el premio a la mejor película internacional en Sundance, los dos grandes premios del Jurado en Cannes, el premio a la mejor actriz en Cannes, y el mismo premio en el festival de Berlín, entre otros).
Estas circunstancias suponen un evidente problema para un festival cinematográfico, espacio artístico donde debe primar el riesgo, la ruptura, la conmoción. Sin extrañeza, sin controversia, no avanza ni el cine ni ningún arte. Asimismo, un festival de cine debe ser un espacio que ayude a dar visibilidad a las películas que no la tengan, para que puedan ser distribuidas posteriormente en todo el ámbito nacional. ¿Para cuándo una sección en la SEMINCI que absorba las obras destacadas del año como Perlas en San Sebastián o EFA en Sevilla?
Con apenas un título o dos de calidad notoriamente inferior, la corrección ha sido la tónica general de la Sección Oficial de Largometrajes (no así la de Cortometrajes, mucho más osada y estimulante). No se trata tanto de una cuestión sobre la calidad de las cintas a concurso (que también), sino de una falta de coherencia en la selección, de dar sentido a la amalgama de títulos, de saber aunar propuestas diferentes, con narrativas y estéticas nuevas, rompedoras.
Tampoco ayuda la incomprensible decisión de elevar el número de producciones en la sección más importante del certamen hasta un total de 20 largometrajes (en la pasada edición fueron 15, 18 en 2019). Una cantidad excesiva a todas luces, más teniendo en cuenta la innecesaria inclusión de algunas de las cintas y que el festival solo cuenta con ocho días, no habiendo pases de prensa el último.
Hasta el propio jurado protestó a la organización por la dosis diaria de películas que debían visionar (hasta cuatro seguidas en algunas jornadas), lo que conlleva a no valorar adecuadamente a cada una y no haber tiempo suficiente para reposarlas, reflexionarlas, discutirlas. Las obras no se pueden ver estando cansados, con agotamiento físico y mental, mucho menos si se han de juzgar.
'Last Film Show', la gran triunfadora de un palmarés perezoso
No obstante, y teniendo presente todo lo anterior, ha de resaltarse un puñado de cintas notables. No fue el caso de la sorprendente ganadora de la Espiga de Oro (ningún crítico la daba por favorita), la película india 'Last Film Show', dirigida por Pan Nalin y que narra la efervescente pasión de un niño indio de nueve años hacia el séptimo arte.
Dicha pasión tendrá que celebrarse a escondidas, pues su padre no confía en el cine ni en sus creadores, por lo que le prohíbe ver películas. Sin embargo, el chico se salta las clases de la escuela para visionar filmes en la ciudad, donde se hace amigo del proyeccionista de la sala a la que acude.
Una obra tierna, nostálgica, que sirve como bello homenaje al cine, a sus autores y a sus exhibidores, pero con una puesta en escena convencional, clichés propios de la industria estadounidense y algunas escenas más propias de un telefilme. Con todo, destacan aquellos momentos donde el crío se divierte con sus amigos y la amistad que surge entre el protagonista y el operador de la cabina de proyección (claro guiño a 'Cinema Paradiso'), así como sus más líricos quince minutos finales, donde nos muestra la desaparición del celuloide y los nuevos usos que se hacen con ellos.
Que la presidenta del jurado sea la realizadora india Deepa Mehta (cuyo último filme presentó en Valladolid) puede dar pistas del resultado del palmarés, aunque no deja de ser extraño que el resto de miembros estuvieran de acuerdo con el galardón más importante. Junto a Mehta, el jurado oficial estaba compuesto por la actriz Marta Etura, la crítica de cine Elsa Fernández-Santos, la directora húngara Lili Horvát (ganadora de la Espiga de Oro en la edición pasada con 'Preparativos para estar juntos un periodo de tiempo desconocido'), y los críticos e historiadores de cine argentinos Alberto García Ferrer y Javier Porta Fouz.
Todos ellos fueron los artífices de un perezoso palmarés que solo puso en valor el riesgo y la frescura con el merecido premio a la mejor fotografía para 'La venganza es mía, todos los demás pagan en efectivo', la última propuesta del cineasta indonesio Edwin, y el premio a la mejor actuación masculina para el actor ruso Yuriy Borisov por la magnífica 'Compartimiento Nº 6'.
'La venganza es mía, todos los demás pagan en efectivo' ('Seperti Dendam Rindu Harus Dibayar Tuntas') es una radical, divertida y singular puesta al día de las películas asiáticas de los ochenta, con un intuitivo discurso sobre la masculinidad contemporánea y el empoderamiento femenino. Sus escenas de lucha son hipnóticas y el diseño de vestuario una proeza que no debiera pasar inadvertido.
Por su parte, ‘Compartimiento Nº 6’ está dirigida por el director y guionista finlandés Juho Kuosmanen, responsable de la también hermosísima historia de amor 'El día más feliz en la vida de Olli Mäki' (2016). En esta ocasión, Kuosmanen se basa en la exitosa novela homónima de la igualmente nacida en Finlandia Rosa Liksom para crear un minimalista drama romántico repleto de claroscuros que versa sobre la huida, la soledad humana, el vacío, y la dificultad que a veces poseen las personas de mostrar afecto. El relato de dos jóvenes viajeros con esperanzas para el futuro que buscan el calor y la complicidad en un lugar frío, inhóspito, y ante un presente escurridizo e inestable. Filmada en 35 mm con una perfecta precisión en los encuadres, se trata, sin duda, de una de las películas del año.
Por lo demás, 'La peor persona del mundo' de Joachim Trier se alzó con merecimiento con el premio FIPRESCI de la Crítica Internacional, y 'Un héroe' de Asghar Farhadi se fue injustamente de vacío. Pero más sinrazón aún hubo con la ausencia en el palmarés de los dos títulos más sorprendentes y originales de toda la Sección Oficial: 'Hit the Road' y 'La chica y la araña'.
'Hit the Road' supone la ópera prima del iraní Panah Panahi, hijo del aclamado cineasta del mismo apellido. Narra con humor y costumbrismo los peligros de hacerse mayor y los problemas de un país que no quiere crecer, y lo hace a través de las vicisitudes de una familia, tan ruidosa como acogedora, en el transcurso de un viaje cuya causa es al principio incierta. Nos deja una de las escenas más bonitas de este año, en donde el relato oral hace volar a los personajes y la fantasía se revela como alimento contra el sufrimiento.
Y la producción suiza 'La chica y la araña' es un estimulante ejercicio fílmico, dirigido y escrito por los jóvenes realizadores gemelos Ramon y Silvan Zürcher. Se trata de la segunda parte de una trilogía iniciada con 'El extraño gatito' (2013), la cual solo dirigió uno de ellos. Ahora, los hermanos suizos combinan humor y desconcierto para contar la historia de una pérdida, concretamente la de una compañera de piso. Así, Mara deberá afrontar que Lisa no va a vivir más con ella en su hogar, pero su angustia e incerteza por el futuro son visibles.
Jugando magistralmente con los pocos espacios por los que transcurre el filme y con la unión entre música diegética y extradiegética (voyage, voyage), la película muestra los mecanismos de la soledad, la dificultad de ser consciente de que nada permanece, todo cambia, se diluye, desaparece, al igual que la araña que antes convivía con la protagonista en un rincón de su dormitorio hasta que un día dejó de estar allí. Nunca antes una mudanza había resultado tan divertida. Lástima que el jurado no lo viera así.
Los ganadores de la SEMINICI 2021
- Espiga de Oro: "Last Film Show", de Pan Nalin (India/Francia).
- Espiga de Plata: "Sis dies corrents" (Seis días corrientes), de Neus Ballús (España).
- Premio Ribera del Duero al Mejor Director: Fred Baillif, por "The Fam" (Suiza).
- Premio Pilar Miró al Mejor Nuevo Director: Behtash Sanaeeha y Maryam Moghaddam, por "Ballad of a white cow" (Irán/Francia).
- Premio a la Mejor Actriz: Yllka Gashi, por "Hive" (Kosovo/Suiza/Albania/Macedonia del Norte).
- Premio al Mejor Actor: Yuriy Borisov, por "Compartment n.6" (Finlandia/Alemania/Estonia/Rusia).
- Premio Miguel Delibes al Mejor Guión: Paul Schrader, por "The Card Counter" (Estados Unidos/Reino Unido/China).
- Premio a la Mejor Dirección de Fotografía: Akiko Ashizawa, por "Vengeance is mine, all others pay cash" (Indonesia/Singapur/Alemania).
- Premio José Salcedo al Mejor Montaje: Fred Baillif, por "The Fam".
- Premio del Público: "Sis dies corrents", de Neus Ballús (España).
- Premio FIPRESCI: "The Worst Person in the World" (La peor persona del mundo), de Joachim Trier (Noruega/Francia/Suecia/Dinamarca).
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La noticia Seminci 2021: las mejores películas de una edición donde el sentimentalismo de 'Last Film Show' se ha alzado con la Espiga de Oro fue publicada originalmente en Espinof por Alvaro de Luna .
Javier Fernandez
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