El estreno de ‘Misa de medianoche’ en Netflix ha vuelto a poner en el centro de la diana al cineasta Mike Flanagan, un creador dedicado muy específicamente al cine de terror cuya carrera es un caso único en la escena del género por su capacidad de trabajo en distintos formatos y escenarios. Su obra alterna los estrenos de cine como las miniseries de televisión más prestigiosas sin perder por el camino su sello de autor.
Y es que no es extraño que directores de cine de terror acaben haciendo episodios de series, antologías y películas para televisión de forma alimenticia, y así encontramos a nombres tan grandes como Ti West, David Sade o Vicenzo Natali encargándose de la dirección de series cuyos showrunners y guionistas son otros. No es el caso en ‘La maldición de Hill House’, cuya coartada de adaptación solo esconde el punto de partida de una gran pieza de ficción dirigida en su totalidad por Flanagan. Y todo esto alternándolo con títulos como ‘Oculus’ o ‘Doctor Sueño’.
En solo una década, Flanagan pasó de ser un aspirante dependiente de crowdfunding a una de las voces más influyentes del terror contemporáneo, sumando año a año películas y series con una marca cada vez más reconocible, tratando temas universales de forma sentida y emocional, sin tratar de sacarlos de los moldes del terror. Una colección muy sólida que suele ser criticada por los que buscan más piruetas técnicas y no comulgan con su estilo directo y sencillo, más centrado en los guiones e interpretaciones que en sobrecomplicar su puesta en escena.
Sin embargo, pese a que algunas obras tiene un impacto más fuerte que otras, guardan una coherencia formal envidiable, una cualidad artesanal que se ha catalogado de plana y televisiva –como si una figura del género similar, que trabajó en ambos medios, como Dan Curtis no tuviera obras maestras como ‘Pesadilla diabólica’ (1976)– cuando de lo único que peca es de un clasicismo funcional siempre aparente y efectivo para que sus historias fluyan y tengan la misma consistencia a lo largo de los años, en una constante reivindicación del texto como carburante.
Ordenar todas las películas y series de Mike Flanagan, no es tanto separar las mejores de las peores, sino ir comprobando como poco a poco, año a año ha ido mejorando en constante progresión, cómo ha ido definiendo y moldeando sus temas sin dejar de lado nunca a sus personajes, encontrando la fórmula perfecta para mostrar terrores como herramienta de exposición de la condición humana. La adicción, el miedo a la muerte, el amor, la familia, el trauma o la redención son tan comunes como los fantasmas, demonios y seres de ojos iluminados, todo un universo que se hace más palpable y uniforme con cada nueva propuesta.
Ghosts of Hamilton Street (2003) / Still Life (2001) / Makebelieve (2000)
Las primeras (e inencontrables) películas de estudiante de Flanagan no son muy interesantes desde el punto de vista del terror y evidencian una falta de medios evidente, con lo que no acaban de cuadrar en el conjunto de su obra posterior, no obstante, sí que sirven para constatar su prematura tendencia al drama y las relaciones entre personajes, con atención a los diálogos y las interpretaciones.
Un coming of age centrado en los amores, vidas e infidelidades de cuatro amigos de la universidad, mientras trabajan en una producción de Romeo y Julieta o dramas de estudiantes de fotografía que colaboran en un proyecto final antes de graduarse dan paso a ‘Ghosts of Hamilton Street’ que recibió algún premio y ya se metía en el fantástico con la historia de un escritor con problemas que se cuestiona su cordura mientras las personas en su vida desaparecen sin dejar rastro, y parece que él es el único que se da cuenta. Cada desaparición le catapulta a una versión del mundo en el que esa persona nunca existió en absoluto.
‘Somnia. Dentro de sus sueños’ (Before I Wake, 2016)
Mientras dirigía ‘Ouija: el origen del mal’ (2016) a partir de un guion que escribió con Jeff Howard, Flanagan trabajó en un segundo libreto con Howard para tener ya plena libertad creativa sin depender de responder ante una franquicia, esto le permitió crear el concepto único de un niño huérfano cuyos sueños toman forma en el mundo real, con el problema de que también sueña mucho con The Canker Man, un hombre del saco de ojos llameantes vinculado al propio trauma reprimido de Cody, y que crea problemas a sus padres adoptivos.
Sin ser para nada una mala película, puede que el intento de salto desde el terror más directo de ‘Oculus’ (2013) a un intento de recreación de cuento de hadas oscuro con toques de Guillermo del Toro (o 'Coraline'), alternando la belleza melancólica con las imágenes macabras no acabara de encontrar bien el tono. Una buena interpretación conmovedora de Jacob Tremblay, los temas de la pérdida a través de las entidades sobrenaturales y muchas ideas reflexivas con imágenes memorables quedan a la deriva en un terreno difícil.
Sin embargo, ‘Somnia’ –que era el título original que Flanagan había utilizado en un principio– deja ver un rango mayor que otros creadores de género no eran capaces de mostrar, se adelantaba a la lacrimógena ‘Un monstruo viene a verme’ sin esa pomposidad de obra fantástica que no está segura de serlo y dictaba muchas líneas maestras del difícil equilibrio que más adelante acabaría dominando para mostrar pesadillas llenas de imaginería de horror, contando grandes historias con fuerte base metafísica y sentimental. En Estados Unidos vivió un periodo en el limbo cuando Relativity Media quebró, por lo que es su obra más maldita para lo bueno y para lo malo.
Crítica en Espinof
Hush (2017)
Su primera película con Netflix se basó en un guion original que escribió con Kate Siegel, quien también protagoniza la película, interpretando a la escritora sordomuda Maddie Young, que vive en una remota casa en el bosque donde está tratando de terminar su última novela y empieza a ser acosada por un asesino enmascarado con una ballesta. ‘Hush’ era una variación del home invasion de 'Sola en la oscuridad' (1967) en a que en vez de no poder ver, no escucha al asesino.
Esto había sido tratado en la notable, pero muy desconocida, ‘Los ojos de un extraño’ (1981), pero esta reinvención de alto concepto basaba sus fortalezas no tanto en la explotación asociada al género como en una eficiencia ajustada a la falta de medios, muy típica de las producciones de Blumhouse, y aprovechando las ideas relacionadas con la sordera de la heroína, manipulando en la edición tanto los efectos de sonido como el silencio, dando carácter a la pieza sin perder el enfoque del juego del gato y el ratón que se está jugando.
Entretenida y sólida, llena de tensión y dotando de coraje a su protagonista, en ocasiones funciona como una de esas películas de Wes Craven en las que el psicópata recibe bastante, pero en última instancia se nota que tan solo es un trabajo de artesano, con ecos a thrillers de terror de la televisión de los 70, efectivos y autocontenidos como a secuela ‘La llamada de un extraño’ (1993), una obra estimable que se mantiene fresca con los años pese a que el único gesto del autor es el guiño futuro a ‘Misa de medianoche’, la novela de Maddie, que luego protagonizará ella misma junto a otros dos miembros del reparto.
Crítica en Espinof
Absentia (2011)
La primera película de terror de Flanagan, que además de dirigir escribió y editó, fue una de las primeras financiadas en su totalidad a través de una campaña de Kickstarter. Un logro que también deja ver el poco dinero que había para producir un proyecto tan ambicioso, perjudicando a una película que se nota muy justa para los 70.000 dólares con los que contaba. Sin embargo, sus escasos valores de producción se compensan con un guion dramático con relaciones convincentes entre personajes y un concepto espeluznante alrededor de un paso subterráneo que se traga a la gente por completo.
Inspirado por el episodio de Fraggle Rock ‘The Terrible Tunnel’ (1983), Flanagan elabora su pieza más lovecraftiana hasta el momento, la historia de una mujer embarazada enfrentada a la desaparición de su marido con ayuda de su hermana adicta que regresa después de estar en rehabilitación –un tema central en su “trilogía de la adicción”– y acabará teniendo el peso del relato sobre sus hombros. Ya podemos atisbar la dinámica de personajes deprimente, el dolor de la pérdida y otros temas centrales en la futura filmografía del director.
Pero al mismo tiempo, ‘Absentia’ encajaba muy bien en el efímero fenómeno de terror independiente mumblegore, junto a nombres como Adam Wingard o Ti West, que reformularon el terror desde los bajos presupuestos, y como tal, se muestra tan despiadada en su recreación del terror en conexión con filmes como ’I am a ghost’ (2012), logrando una buena cantidad de imágenes lo-fi inquietantes, desde una cortina de ducha que se agita un espectro en la visión periférica y otros recursos que componen la filosofía del menos es más que se ha perpetuado en su filmografía.
El juego de Gerald (Gerald's Game, 2017)
Stephen King es una de las grandes influencias de Mike Flanagan, y su nombre va a estar asociado a él durante toda su carrera. La primera vez que trabaja directamente con un material del escritor de Maine fue en esta adaptación de una de sus novelas menos conocidas y más “infilmables”, ya que ocurre principalmente en una habitación y dentro de la mente de un personaje, poco proclive a convertirse en la experiencia visual que el director consegue, convirtiendo el texto en algo dinámico, terrorífico y muy tenso.
Una pareja, en un intento de dar misterio a su vida sexual, viaja a una cabaña en el bosque durante un fin de semana, lo que da pie a un juego en el que la mujer es esposada a una cama mientras su marido sufre un ataque cardíaco fatal, dejándola atrapada y luchando por sobrevivir. Perros hambrientos, seres extraños y su propio trauma asaltan a Jessie en duras jornadas que compartimos con ansiedad y tensión al límite, con interesantes flashbacks de abuso que conecta sus temas con ‘Dolores Claiborne’ a través también de un misterioso eclipse.
‘El juego de Gerarld’ podría ser una de las grandes películas de Mike Flanagan… sino fuera una adaptación tan fiel. El miedo a enfadar al rey del terror hace que reproduzca el mismo giro de la trama y su epílogo, que rompe mucho de la magia y enigmas conseguidos. Sin embargo, aun ofrece una exploración psicológica importante, momentos de violencia brutales, las subyugantes imágenes de un hombre del saco de pesadilla y algunas soluciones narrativas que elevan la novela para crear una experiencia que sería perfecta sin los 10 últimos minutos.
Crítica en Espinof
Ouija: el origen del mal (Ouija: Origin of Evil, 2016)
Aunque hizo una taquilla de más de 100 millones de dólares, ‘Ouija’ está considerada una de las peores películas del reciente resurgir del horror sobrenatural, pero Jason Blum no iba a dejar pasar la oportunidad de hacer una secuela, así que le ofreció a Mike Flanagan si le apetecía rodar algo sobre la misma idea con plena libertad para hacer su propia película, creando una de precuelas más superiores a su original de la historia del cine. Una historia aterradora que tocaba la idea de los fantasmas como representación de la esperanza humana de ponernos en contacto con los seres queridos perdidos.
La historia transcurría en el Los Ángeles de 1967, donde una madre solera que hace falso espiritismo para mantener a sus hijas, encuentra una nueva tabla Ouija que entra en contacto con algo muy real que da pie a la clásica historia de posesión. Esto da pie a jugar con la época, con una gran influencia de la primera ‘Expediente Warren’, aprovechando también para dar un aspecto de película perdida de los 70, con "quemaduras de cigarrillo", logotipos de estudio retro y una estética de película analógica, y de fotografía contenida, ideal para el estilo sobrio de Flanagan.
Las limitaciones de la franquicia son secundarias y Flanagan elabora una oscura y muy efectiva experiencia de terror de casa encantada y demonios, con pequeños homenajes a ‘La profecía’ ‘El exorcista’ o ‘Al final de la escalera’, hasta un final sorprendentemente desolador y sin azucarillos, que entronca con el inicio de la anterior de forma sorprendente. Ya se dejan ver muchos toques que adelantan ‘La maldición de Hill House’, desde la música de los Newton Brothers, la fotografía de Michael Fimognari y un casting recurrente –aquí tenemos a las Sherley niña y mujer haciendo de hija y madre— , incluido el siempre presente Henry Thomas.
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La maldición de Bly manor (The Haunting of Bly Manor, 2020)
La secuela espiritual de ‘The Haunting of Hill House’ repitió el éxito de la primera temporada con una historia coral muy satisfactoria, de nuevo con personajes en capas que deben enfrentarse a sus propios fantasmas. Con la base de ‘Otra vuelta de tuerca’ y otros cuentos de horror de Henry James nunca adaptados, ‘Bly Manor’ funciona como una matrioska antológica, en donde cada protagonista da pie para desarrollar algún relato entrelazado con otros que giran sobre amores condenados, con una mirada más sentimental y agridulce para su trabajo más abiertamente romántico hasta ahora.
Flanagan, aquí menos involucrado que en ‘Hill House’, es creador y productor ejecutivo, llevando sus ideas de la historia general con un más tradicional enfoque de showrunner, con la dirección y guion de solo el primer episodio y una selección de realizadores en quienes deja las pautas de los detalles ocultos en cada escena y un estilo que parece más una producción clásica gótica de la BBC, que funciona pero deja notar tanto su ausencia como la de Michael Fimognari. Sin embargo, la serie funciona por sí misma con una gran misterio que se revela poco a poco.
Hay actuaciones que dejan huella como la de T'Nia Miller como el ama de llaves Hannah Grose, cuya química con el cocinero de la casa de Rahul Kohli, Owen, que es de lo más memorable de un conjunto donde no hay tantos sustos pero que funciona como una historia de terror dramática clásica, con maravillas como el episodio embotellado 8, una historia independiente de época, filmada completamente en blanco y negro al estilo de películas como ‘The Haunting’ y con un trama trágica y espeluznante que desvela los misterios de toda la temporada.
Oculus (2013)
La primera película profesional de Flanagan surgió de su asociación con Blumhouse para transformar su cortometraje ‘Oculus Chapter 3’ en un largometraje, que resultó en una de las películas de terror más elegantes de la década pasada. Tratando sobre una serie de sucesos espeluznantes, aparentemente provocados por un espejo embrujado. La perspectiva tiene un cierto ángulo a episodio de ‘Expediente X’, en cuanto a parte del estudio pormenorizado de un objeto embrujado, solo que lo que se trata de probar que realmente hay algo sobrenatural y no al revés.
La venganza de dos hermanos contra el espejo que llevó a la muerte de sus padres (que ha hecho cameos en todos los proyectos de Flanagan) da pie a una extraña estructura de flashbacks que narra una historia entre el pasado y presente que rompe la estructura lineal, cambiando constantemente el punto de vista de los eventos de la infancia de los protagonistas, en el estilo que debería tener cualquier adaptación de ‘It’, de forma que los recuerdos se distorsionan sus imágenes para hacerte cuestionar qué es real o no, al mismo tiempo que los personajes.
Esto crea un collage de escenas de horror arisco y sin edulcorantes, con ecos a ‘El resplandor’ (1980), y en donde se van plantando los temas trauma intergeneracional, cómo estos son asimilados, o no, en la edad adulta y la búsqueda del sentido del dolor y la muerte que van a ser troncales en su obra posterior, llevando la estética de sus fantasmas de ojos iluminados a la mayor parte de sus otras manifestaciones sobrenaturales, desde entidades a todo tipo de seres de la noche.
Doctor Sueño (Doctor Sleep, 2019)
Tanto ‘Oculus’, como ‘La maldición de Hill House’ son casi un trabajo de casting para convertir a Flanagan en el director perfecto para llevar al cine la secuela de ‘El resplandor’ casi cuatro décadas después del célebre film. Además, como devoto de la obra de Stephen King, el autor no solo adaptó la nueva novela del escritor con algunos elementos de película de Stanley Kubrick que King odiaba, sino que milagrosamente consigue conectar la redención del texto original con el universo del film con Jack Nicholson.
Así, la historia de un Dan Torrance adulto, un mentalista poderoso contra un grupo de vampiros inmortales que se alimentan del vapor de las personas que tienen el resplandor, se convierte en una aventura psíquica de horror y fantasía que encuentra su propio tono mientras conserva algunas señas visuales icónicas del Hotel Overlook en flashbacks y su catárquico tercer acto. Una película de terror de gran presupuesto que no deja de construir personajes complejos y zambullirse en sus elementos de drama sobre traumas, enfrentarse a los fantasmas del pasado y la adicción.
En su superior versión de tres horas, el montaje del director deja respirar el relato para asentar las historias de Dan, Abra y la diabólica Rose, una villana magnética que Rebeca Ferguson hace icónica. Flanagan disfruta jugando con la iconografía de Kubrick, pero convierte en suyo el texto de King y consigue una película única, redonda, y emocionante, con sorprendentes secuencias de proyección astral y pesadillas, dotando al conjunto de un tono melancólico que consolida el estilo y sello de autor de un realizador que nunca escoge ponerse por delante de sus historias y personajes.
Crítica en Espinof
La maldición de Hill house (The Haunting of Hill House, 2018)
10 episodios dirigidos íntegramente por Mike Flanagan, que casi le cuestan la salud por el trabajo que supuso, pero que se deja notar en cada escena. Más que una adaptación de la novela clásica de Shirley Jackson, una inspiración de algunos de sus temas que construye una historia completamente nueva sobre una familia que intenta seguir adelante con sus vidas después de vivir en una casa encantada y el aparente suicidio de la madre, contada, como en ‘Oculus’, a través de diferentes décadas, y con ecos de ‘A dos metros bajo tierra’.
Su estructura tiene más que ver con ‘It’ de Stephen King que con Jackson y su gran misterio se desenreda episodio a episodio, centrado cada uno en un personaje, como pequeñas piezas recortadas de una gran narrativa. La serie juega con el paso del tiempo y arma un gran rompecabezas de fantasmas y horrores nocturnos, con una habitación roja capaz de manejar la psique como el espejo de ‘Oculus’. Su puesta en escena permite espacios oscuros y rincones borrosos donde se esconden, o no, todo tipo de figuras espectrales en el fondo de las tomas.
Un juego constante de pareidolia siniestra que mantiene la atmósfera de extrañamiento durante toda la obra, con una consistencia técnica cinematográfica rematada por momentos de virtuosismo, como el Episodio 6, un funeral contado con apenas 5 planos secuencia en tiempo real. Un guion cuidado al detalle, emociones devastadoras, la icónica Bent Neck Lady, la inevitabilidad del descenso a la locura, la adicción… ‘La maldición de Hill House’ explora la naturaleza de las grandes historias de fantasmas, es, probablemente la obra más icónica de su director.
Crítica en Espinof
Misa de medianoche (Midnight Mass, 2021)
Muy, muy cerca de ‘Hill House’, la nueva miniserie de Mike Flanagan en Netflix le saca una pequeña ventaja gracias a la explosión de horror y emociones de su catársis final, un final épico que cierra una monumental obra de arte de terror sobre la manipulación de la fe, la adicción y el misterio de la muerte. Devastadora y densa como un libro perdido de Stephen King, no tiene una sola escena colocada sin un buen propósito. Sus siete episodios se desarrollan a fuego lento, con una narración paciente que marca la propia extensión de la obra y no un pedido estándar al que haya que ajustar el contenido.
Cargada de diálogos, monólogos y sermones que pueden resultar espesos, sus giros y revelaciones revelan que cada conversación tiene razón de ser y el final da nuevos significados a todo lo visto, de manera que al ir atrás nada esté escrito al azar. Alterna el drama con una atmósfera insular inquietante, salpicada con escenas de elegante sugerencia entre tinieblas. No hay sustos y apariciones como otras de sus obras, pero carga la batería de horror bajo la piel hasta sus dos horas finales, llenas de imágenes poderosas y terribles, dignas de una portada de cómic Creepy de los 70.
La gran fortaleza de ‘Misa de Medianoche’ son sus interpretaciones y pronto, cada personaje de Crockett Island parece un viejo familiar lejano hasta que Hamish Linklater absorbe toda la atención con un papel lleno de matices, desde lo siniestro a lo conmovedor, para el recuerdo. Un brutal cierre para la impoluta "trilogía de la adicción" de Flanagan, que habla de fanatismo con una exploración de la redención con más ADN de Stephen King que nunca, ‘La tormenta del siglo’ o ‘La tienda’ a ‘Revival’ o ‘Salem’s Lot’. Una liturgia tenebrosa e inmisericorde de existencialismo vía chorros de sangre y seres de la noche que hace falta revisar de nuevo para valorar las dimensiones de la arquitectura perfecta de su caligrafía.
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La noticia De 'La maldición de Hill House' a 'Misa de medianoche': todas las películas y series de Mike Flanagan ordenadas de peor a mejor fue publicada originalmente en Espinof por Jorge Loser .
Javier Fernandez
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