‘Klaus’ fue un gran pistoletazo de salida para el cine de animación en Netflix. La película dirigida por Sergio Pablos se convirtió de forma instantánea en un clásico navideño y fue una pena que la Academia de Hollywood la dejase sin un bien merecido Óscar. Eso sí, nadie debería dormirse en los laureles por los éxitos del pasado y la plataforma estrena este miércoles 22 de abril su nuevo largometraje animado: ‘Los hermanos Willoughby’.
Basada en un libro de Lois Lowry, ‘Los hermanos Willoughby’ cuenta la historia de una familia de lo más singular en la que los niños acaban deseando ser huérfanos porque creen que así les irá mejor en la vida. Uno no les puede culpar teniendo en cuenta cómo les tratan sus progenitores, pero obviamente no todo va a ser igual de sencillo en una cinta divertida y con personalidad, ideal para desconectar durante hora y media de todo lo que rodea al coronavirus
Buscando su propio camino
Existe cierta tendencia en el cine animado con mayor ambición comercial a resultar muy vistoso pero arriesgar lo justo tanto en la animación como en los diseños. Puede ser por querer seguir el camino de lo que ya ha funcionado -a ver quién se va a animar a seguir el estimulante sendero abierto por Laika cuando sus películas cada vez recaudan menos-, por querer potenciar el merchandising o simplemente por falta de imaginación.
Siempre hay excepciones como ‘Spider-Man: Un nuevo universo’ y entre ellas habría que colocar a ‘Los hermanos Willoughby’, donde desde el primer momento queda claro que no estamos viendo más de lo mismo. Es como si sus responsables hubiesen tenido la suficiente libertad como para crear un mundo propio que capta la atención desde el primer momento por salirse de lo habitual, pero es que además es algo que se mantiene en todo momento, prestando atención incluso a ocurrencias puntuales como la aparición de las pirañas.
Eso permite al director Kris Pearn atraparnos desde el primer momento y estar predispuestos que la película vaya a tener un toque juguetón que lleva a plantearnos sin miedo una simpática variante de ese tipo de cine de aventuras protagonizado por niños que tanto éxito tuvo en los 80 y que actualmente tiene a su principal referente en la muy exitosa ‘Stranger Things’. Por suerte, aquí el toque nostálgico resulta irrelevante y se busca el encanto por otras vías: su sentido de la imaginación.
Sería muy sencillo intentar despachar la película como una especie de cruce entre ‘Una serie de catastróficas desdichas’ con una animación que recuerda en parte a Laika que de cualquier otro estudio actual, pero le estaríamos haciendo un flaco favor a ‘Los hermanos Willoughby’. Desde el propio planteamiento de la historia se nota un interés en no recurrir a la solución más cómoda sin que ello suponga en ningún momento renunciar a su naturaleza de película orientada a los más pequeños de la casa.
Un gran entretenimiento
Eso da pie a que se tomen pequeñas libertades como ese gato ligeramente sarcástico con voz de Ricky Gervais que hace las funciones de narrador porque la propia historia lo permite, ya que en todo momento hay algo oscuro en lo que se nos está contando que la película sabe manejar con soltura para que jamás resulte invite al desaliento. Y es que por encima de todo estamos ante una película vitalista en la que los personajes se esfuerzan o meten la pata creyendo que están haciendo las cosas bien y uno acaba contagiado rápidamente por esa idea y realmente quieren que sean felices.
Esa es muchas veces la clave de la que se olvidan producciones similares. Se centran tanto en que pasemos un rato más o menos entretenido que dejan de lado que nos importen sus personajes más allá de ello. Aquí se invierten los papeles y toda la diversión que hay por el camino -no esperéis grandes carcajadas pero sí una sonrisa casi perpetua en vuestro rostro- emana de los personajes en lugar de ser algo que simplemente les sucede porque hace falta que algo pase.
Además, eso está bien aliñado con una construcción de personajes idónea que sabe remarcar las diferencias entre los hermanos sin excederse -en muchas situaciones los dos mayores se hubiesen llevado tan mal que eso habría acabado “contaminando” todo lo demás- y dando especialmente en la diana con esos dos gemelos que se complementan a la perfección. Incluso en los repelentes padres se consigue el equilibrio necesario para que entiendas a los niños pero sin que te simplemente te provoquen rechazo cada vez que aparecen en pantalla.
Luego es cierto que todo se encamina hacia una moraleja plácida y que uno se ve venir, pero esto es algo que se ganan por el camino desde la sencillez. Aquí no se busca una gran sobrecarga dramática final para llevar al espectador al llanto, simplemente se deja que la aventura siga su curso y se solucione de forma quizá algo azarosa pero que encaja con las buenas vibraciones que transmite en todo momento. Quien quiera tumbarla hablando de deus ex machinas podrá, eso sí.
Sin embargo, para mí lo que realmente importa es que es una película que se nota hecha desde el cariño en todo momento y en la que se presta atención a todos los detalles para conseguir un estupendo pasatiempo para toda la familia. Por eso uno puede pasar por el alto que el guion quizá de pequeños bandazos en su tramo central -ahí puede resultar algo dispersa, pero por abundancia de ideas-, pero todo se encauza y en esos momentos sigue manteniendo su capacidad de mantener nuestra atención gracias a un ritmo fluido y, sobre todo, a su trabajo de animación.
En resumidas cuentas
‘Los hermanos Willoughby’ es otro triunfo de Netflix, una demostración de que su apuesta por el cine de animación va en serio y que además no se va a limitar a seguir la línea dominante en Hollywood. Además es una película con personalidad en todos los frentes -aunque principalmente en la animación- que te hace pasar un muy buen rato y olvidarte de los problemas que todos estamos pasando en mayor o menor medida durante esta cuarentena.
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La noticia 'Los hermanos Willoughby' es estupenda: la nueva película animada de Netflix es un gran remedio contra el mal humor fue publicada originalmente en Espinof por Mikel Zorrilla .
Javier Fernandez
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