Como saga de películas, 'Hellraiser' nunca ha tenido demasiada suerte. Cualquier aficionado al género coincidirá en que ninguna ha sido capaz de igualar los niveles de perversidad y atrevimiento de la entrega original, dirigida y escrita por un Clive Barker en su mejor momento como gran creador de ficciones de horror de los ochenta. Aún así, la mitología que fundó Barker es lo suficientemente rica y compleja en matices como para acoger sin problemas nuevas visiones, algunas de ellas muy interesantes.
Aunque la franquicia se ha visto envuelta en los últimos tiempos en una serie de secuelas indignas de la original, vale la pena revisar la saga al completo por un par de razones. Primero, no todas las secuelas son un desastre: hasta bien avanzada la serie, Clive Barker colaboró en los guiones (a veces sin acreditar) y nombres destacados del género en la actualidad, como Scott Derrickson, dieron sus primeros pasos al servicio de Pinhead. Segundo, porque ante la promesa de un nuevo reboot conviene tener frescas las tentaciones de los cenobitas.
Así que adentraos con nosotros en este viaje por las soluciones más descabelladas a los acertijos de la Configuración del Lamento. No lloréis con las entregas más flojas de la saga, que las lágrimas son un desperdicio de buen sufrimiento. ¿Cuál es vuestro placer?
Hellraiser (1987)
Pese a ser una película que destaca por su modestia, concisión y la transparencia con la que refleja la visión de su creador, solo hay que ver el trailer de la película para detectar cómo dos producciones distintas pugnan por salir a la superficie desde un mismo punto de partida. Por un lado, la perversa y sucia visión de un joven Clive Barker basándose en su espléndida novela corta 'Hellraiser - El corazón condenado'. Por otra, una película de terror más convencional y al gusto de la productora, New World Pictures. El resultado, un casi milagroso equilibrio entre ambas, es un auténtico clásico del cine de género de los ochenta.
Cuando escribió y dirigió 'Hellraiser', Barker ya era una sensación dentro de la literatura de terror. Sus recopilaciones de cuentos 'Libros sangrientos' ya habían levantado aquellas famosas alabanzas de Stephen King de "He visto el futuro del terror". Lo cierto es que su prosa barroca, su imaginería perversa y ultraviolenta, los excesos neocárnicos de sus monstruos eran lo nunca visto. La Empire de Charles Band intentaría adaptar un par de ellos con resultados más bien pobres en un caso ('Underworld: Mundo subterráneo'), y bastante estimables en otro ('RawHead').
Barker, sin embargo, no quedó contento con los resultados de ambas y estaba dispuesto a autofinanciar su debut como director. No hizo falta: New World aportó el modesto millón de dólares con el que la película fue presupuestada, inicialmente bajo el clarísimamente provisional título de 'Sadomasoquistas de más allá de la tumba", que después pasó a ser 'Hellbound' hasta quedar, finalmente, en 'Hellraiser'. Barker reconoce que su inexperiencia como director era total y no tenía más remedio que dejar el apartado técnico en manos de quienes realmente entendían de lentes, cámaras, iluminación e interpretación.
No fue el único inconveniente al que se tuvo que enfrentarse la producción, inmersa en continuas trabas a causa de los escasos medios de los que disponía Barker. Como se rodó en una casa auténtica (salvo el ático, que era un decorado en un plató), a menudo solo había espacio para colocar una cámara, lo que explica por qué muchos secuencias están rodadas desde un solo ángulo. La abundancia de zooms en la película, por ejemplo, se debía a la imposibilidad de efectuar travellings horizontales.
Donde no se refleja esa ausencia de presupuesto es en los extraordinarios efectos especiales y de maquillaje. Especialmente notable es la secuencia de la resurrección de Frank, un escalofriante clásico de los efectos prácticos de los ochenta. Se debe a que New Line puso dinero extra para rodar de nuevo la secuencia, que originariamente mostraba a Frank surgiendo de la pared del ático. La nueva secuencia incluyó planos rodados hacia atrás de sangre "brotando" del suelo, extremidades animatrónicas, y órganos palpitantes.
El resultado fue espectacular, como espectaculares fueron los maquillajes de los cenobitas, encabezados por Pinhead (aún, simplemente, denominado Cenobita Principal, y en la novela, El Ingeniero). Las púas clavadas de forma regular en su cabeza iban a ser alfileres con cabeza de nácar, pero se perdían en el maquillaje pálido del actor Doug Bradley, así que fueron sustituidos por clavos. El resultado es un ejemplo perfecto del equilibrio entre tosca brutalidad y exquisito sadismo que hizo popular a la película.
La caja de los placeres
Debido a la juventud de Barker, la imprudencia de New World o la inexperiencia de buena parte del equipo creativo (también era la primera película para Bradley), la película resultante fue inusualmente atrevida, incluso para los cánones de la época. Su producción británica, al margen de los circuitos del horror norteamericano, por entonces empapados de los recursos formulaicos de las franquicias slasher más populares, permitió a 'Hellraiser' revolucionar el género.
La película cuenta la historia de una extraña caja-puzle que, cuando es resuelta (nunca, en toda la franquicia, se ha explicado con propiedad en qué consiste esa "solución") convoca a unos misteriosos seres infernales, los cenobitas, guardianes de los límites entre placer y dolor. Un accidente hace que Frank, una de las víctimas de los cenobitas, resucite necesitado de sangre y carne para mantenerse en pie. Para ello usará a su ex-amante, su cuñada Julia, que irá facilitándole víctimas que le ayuden a tomar cuerpo.
Sin duda, el gran éxito de 'Hellraiser' es el de transmitir una atmósfera febril y con sus propias reglas, que el espectador entiende pero nunca se llegan a hacer explícitas. Por ejemplo, cuando Frank se "disfraza" de su hermano colocándose su piel y engañando a su propia sobrina, la verosimilitud está cogida con pinzas. Pero encaja con la atmósfera pesadillesca de la película, en la que todo son mentiras y engaños: los cenobitas, seres perversos y de intenciones ocultas, parecen ser los únicos con una moral firme.
Una atmósfera pesadillesca subrayada por la increíble banda sonora de aliento clásico de Christopher Young y los soberbios efectos especiales, cuya rudimentaria y artesanal técnica hace que hayan envejecido extraordinariamente bien. Salvo, eso sí, en los compases finales de la película, que coinciden en los momentos en los que Kristy, la sobrina de Frank, toma protagonismo y se enfrenta a quienes hasta ese momento parecían poderes incomprensibles. Pareja a la suave vulgarización de la película (que no estropea su halo mítico), los efectos se vuelven más ramplones, ya que según Barker no quedaba dinero suficiente para llevarlos a cabo.
Una concepción del sexo como algo enfermizo, sucio y adictivo envuelve una película fascinante porque los villanos son los protagonistas. El meapilas del hermano de Frank y la repipi de su hija (que en la novela era ex-novia, no hija, en el que quizás es el principal cambio que sufrió el libro al ser adaptado) no pueden competir con el brutal magnetismo de la pareja de amantes Frank y Julia, repulsivamente encarnados por Sean Chapman y Clare Higgins. Ellos brindan las imágenes más icónicas de la película junto a los cenobitas, como el resucitado Frank con los músculos a la vista al estilo de un grabado de anatomía, fumando y con una camisa blanca que se empapa progresivamente de sangre.
Hellbound: Hellraiser II (1988)
La inevitable secuela ('Hellraiser 'recaudó veinte millones de dólares en todo el mundo) no tardó en llegar, con Barker adoptando un papel de productor ejecutivo y Tony Randel, montador no acreditado en la primera parte (suyos fueron los notables cortes que hubo que llevar a cabo para esquivar las iras de la censura), como director. El resultado es una película muy irregular y bastante atormentada, rebosante de ideas -unas mejor ejecutadas que otras-, pero que pervive como una interesante prolongación de la mitología cenobita.
En ella continúan de forma lineal las peripecias de la protagonista de la primera parte, Kristy, que internada en un hospital psiquiátrico ruega a su médico que destruyan el colchón donde murió Julia. No son lo suficientemente rápidos y Julia vuelve a la vida de forma similar a Frank, tras lo que seduce a un doctor obsesionado con los cenobitas y la caja-puzle, la Configuración del Lamento. También conoceremos los orígenes de Pinhead, en realidad un oficial británico que resuelve el puzle durante la I Guerra Mundial.
Hay partes muy previsibles en 'Hellbound', y otras algo menos. Por ejemplo, no es muy original todo lo relativo al origen de Pinhead, un recurso habitual en las secuelas de cine de terror de la época, y que fastidia parcialmente el misterio casi esotérico que rodeaba a los cenobitas en la primera entrega. Sin embargo, obedece al deseo de Barker de que el espectador entendiera que los cenobitas fueron humanos: de hecho, había una intrincada historia que explicaba el nacimiento de Pinhead, que finalmente fue recortada y aprovechada en la tercera parte.
También hubo que recortar escenas de guión en las que volvía el padre de Kristy porque los continuos vaivenes presupuestarios hicieron que el actor Andrew Robinson decidiera no retomar su papel. Otra famosa escena eliminada, pero esta rodada, tiene lugar en la huída final del Dr. Channard (al que claramente se quiere convertir en un pseudo-Freddy, chistes incluidos): las protagonistas se encuentran a un par de médicos que se convierten en Pinhead y la cenobita hembra. Se filtraron imágenes de la misma, lo que generó rumores sobre una secuencia eliminada en un quirófano. Todos los recortes contribuyen a cierto barullo narrativo y a un final algo apresurado.
Estos coqueteos con una versión de 'Hellraiser' para las masas y para el público medio del cine de terror tiene un peaje: 'Hellbound' es mucho menos perversa que la original, más explicativa y menos enigmática. Pero tiene elementos muy estimables: la mitología en torno a Leviathan es extraordinaria, y aunque el entorno en el que habita no tiene demasiado sentido, los deliciosos efectos especiales que lo representan son memorables.
Por otra parte, la relación entre Channard y Julia (quizás el mejor personaje de la serie, o como mínimo el más turbio) vibra con una intensidad comparable a la de Julia y Frank. La película supura cierta creatividad perversa (Young vuelve a las partituras, con ideas tan locas como que Leviathan emita en morse la palabra "dios") y hay una encomiable intención de Barker de estirar la mitología de sus cenobitas con cierta dignidad. Quizás por el camino perdió el misterio, pero sigue siendo una de las mejores secuelas de la franquicia... con diferencia.
Hellraiser III. Infierno en la Tierra (1992)
Durante un tiempo, 'Hellraiser III' fue considerada una secuela abiertamente menor, casi desvinculada de la parte nuclear de la saga que constituyen las dos primeras. Se debe, por una parte, al abandono de Clive Barker del apartado creativo (en la segunda había concebido el argumento del que partió el guión), quedando solo como productor. Sin embargo, el paso del tiempo y una ralea de secuelas decepcionantes ha hecho que se reconsidere su lugar, convirtiéndose en una entrega apreciada por los fans y con cierta aureola de culto.
De nuevo los problemas sobrevolaron el proyecto desde el principio, como es habitual en una franquicia que no parece haber tenido ni un rodaje tranquilo. Barker quería centrarse en el personaje de Julia en esta secuela, pero Clare Higgins se negó a participar. También se acarició una ambientación en Egipto y un edificio que funcionaba como Configuración del Lamento, idea que apareció someramente en el guión final. Tony Randel, director previsto para la entrega, dejó el proyecto y fue sustituido por Anthony Hickox, acostumbrado a los rodajes frenéticos, con poco presupuesto y jornadas de diecisiete horas.
Esta vez nos trasladamos a Estados Unidos, donde el mujeriego dueño de un club nocturno compra el Pilar de las Almas, que hace las funciones de los colchones de las anteriores entregas: en él está atrapado nada menos que el propio Pinhead, que tienta al dueño para que siga proporcionándole sangre. Mientras, la joven periodista en busca de una oportunidad Joey (Terry Farrell) entra en contacto con la Configuración del Lamento y, a través de una serie de sueños, descubre que el demoniaco Pinhead quiere liberarse de su lastre humano.
Con 'Hellraiser III' la saga pierde la solemnidad propia de la franquicia y abraza una orientación más juvenil que tampoco terminaría de cuajar del todo, ya que Pinhead está lejos de ser un villano de slasher. De hecho, ahí está su gran virtud como personaje: pese a todo, el film es impío e insalubre como pocas películas de la época. Creativamente sangriento, desmesuradamente profano, en 'Hellraiser III' vemos a Pinhead profanar un altar (en una escena cuyo rodaje causó controversia en el equipo), parafrasear a Cristo, atravesarse las manos y decir "Yo soy el camino". 'Hellraiser III' es la película más juvenil de la saga junto a la olvidable 'Hellworld', pero también una de las más perturbadoras
Esa orientación es la que lleva a los principales problemas: erotismo carente de la rotunda perversidad de las dos primeras entregas, una horrible secuencia en la que Pinhead arrasa un bar (y que recuerda a otra similarmente risible de 'Pesadilla en Elm Street 2') y una pérdida de ambigüedad para el cenobita, debido a que se desvela su origen como demonio que posee a un soldado en la I Guerra Mundial. Sin embargo, si se accede a esta tercera parte sin mayores pretensiones, la abundancia de sangre, los ramalazos oscuros y el ejército de tecnocenobitas puede proporcionar un rato de oscura diversión.
Hellraiser IV: El final de la dinastía sangrienta (1996)
Habiendo exprimido el potencial del sugerente relato barkeriano original, 'Hellraiser IV' da un salto conceptual que posiblemente fue vendido en su día como "Hellraiser en el espacio" en los despachos de Dimension Films, que retenía los derechos desde la anterior entrega -y que, como veremos, hará algunas perrerías para conservarlos-. Para sorpresa de todos, y pese a ese "Alan Smithee" que hace saltar las alarmas, el resultado es mucho más digno de lo esperable.
En el año 2127, el doctor Merchant decide acabar con los cenobitas cerrando las puertas del infierno a bordo de una estación espacial. Es un propósito que ya han tenido algunos de sus antepasados, desde el propio juguetero constructor de la Configuración del Lamento original en el siglo XVIII. 'Hellraiser IV' ahonda así en la mitología de la llave del infierno, del mismo modo que la anterior entrega se adentraba en los orígenes de Pinhead.
De nuevo el resultado fue un pequeño desastre en términos de producción, hasta el punto de que Kevin Yagher, el mago de los efectos especiales metido a director, solicitó firmar la película como Alan Smithee, seudónimo que los responsables de un film suelen tomar cuando no están de acuerdo con el montaje final. La causa fue un remontaje sin su permiso que eliminó 25 minutos, incluyó injustificables apariciones de Pinhead al principio de la película e inyectó un final feliz a la historia.
La idea original de Clive Barker, y que desarrolló junto a Peter Atkins, dividía la historia en tres partes independientes (pasado, presente y futuro), que se narrarían cronológicamente y con la caja como único nexo. El personaje de un demonio femenino que rivalizaba en carisma con Pinhead, Angelique (Valentina Vargas), se planteaba como una constante en la historia. Y Stuart Gordon ('Re-Animator') era el director previsto. Por desgracia, las continuas interferencias de Dimension reducirían notablemente ese atractivo.
Aún así, y aunque la película tiene unos brutales bajones de ritmo, visualmente es estupenda, con un extraordinario trabajo de diseño de escenarios y cenobitas, especialmente en los tramos del pasado y el futuro. Permanecen ideas tan enloquecidas y que sobrevivieron a los remontajes como el de la nave-caja, y Pinhead tiene algunas de las mejores frases de la saga, perdiendo el aire chulesco de la tercera parte y adoptando una personalidad mucho más biliosa y demoniaca.
Hellraiser V: Inferno (2000)
El nuevo siglo nos lleva de cabeza a la inmersión de la franquicia en los abismos de los directos al vídeo. Los presupuestos cada vez son más minúsculos y Clive Barker deja incluso la silla de productor ejecutivo, enfrascado en proyectos literarios algo más dignos, como la popular saga de libros young adult 'Abarat'. Sin embargo, la saga 'Hellraiser' sigue ofreciendo momentos de interés como la quinta entrega, debut de un Scott Derrickson que más tarde subiría de categoría con 'Siniestro' o 'Doctor Extraño'.
Con esta película se inicia la costumbre de alimentar 'Hellraiser' con guiones que inicialmente no estaba previsto que pertenecieran a la serie, lo que casi siempre se paga con apariciones testimoniales o injustificables de los cenobitas. En este caso, tenemos una película que bebe de 'La escalera de Jacob' y también de 'Seven' y otros thrillers morales de la época: aquí, un detective de vida disoluta (Craig Sheffer) se ve atrapado en un laberinto de asesinatos dirigidos por un sádico que firma sus crímenes como El Ingeniero (recordemos: nombre literario original de Pinhead).
Sin duda debido a su origen como película independiente que entró en la franquicia a posteriori, los cenobitas aquí ya no son demonios entre mundos, ni ambiguas entidades para las que placer y dolor son indivisibles, sino vehículos de castigo judeocristiano más tradicionales. Cercana al universo 'Silent Hill' (con su estructura laberíntica, sus reflexiones sobre la culpa y el retorno al pasado y hasta el diseño de los nuevos cenobitas, bastante trabajados) y muy salvaje en términos de violencia explícita, 'Inferno' está visualmente por encima de casi todas las secuelas que le sucedieron gracias al talento de Derrickson.
Sin duda, su mayor problema es un previsibilísimo final que, sin embargo, encaja con el código de cuento moral y con todas las citadas referencias a 'Silent Hill'. El resultado es estimulante y posee una atmósfera embadurnada de vicio y sordidez que funciona como una especie de versión mundana de los infiernos, donde uno imagina que habitan los cenobitas. Eso sí, tiene más valor como película fuera de la serie y como promesa visual de lo que llegaría a hacer Derrickson con el género.
Hellraiser VI: Hellseeker (2002)
Con la sexta entrega, de nuevo la saga se enfrentó a un guión que originariamente no había sido escrito con los cenobitas en mente, una decisión de Dimension que había arrojado buenos dividendos económicos en la quinta parte. Sin embargo, esos cambios fueron muy bienvenidos cuando Rick Bota, director de la película, sugirió devolver a Kristy (Ashley Laurence) la saga. Volvía así la joven que había coprotagonizado las dos primeras entregas, enfrentándose a Pinhead.
El protagonista de la pesadilla, sin embargo, no es Kristy, sino su marido (Dean Winters), que viaja con ella en coche cuando tienen un aparatoso accidente que le genera una amnesia parcial y tras el cual el cadáver de ella no aparece. Una misteriosa caja-puzle puede tener la clave de ese accidente y de la recuperación de una serie de recuerdos poco apacibles, en una trama que se despliega llena de alucinaciones como 'Inferno', y también con una visión brumosa y sin asideros de la realidad.
Curiosamente para ser una película con la intervención de Kristy, 'Hellseeker' es la secuela que menos tiene que ver con 'Hellraiser': Pinhead y los cenobitas son absolutamente accesorios salvo un tramo final que se habría visto redondeado por una secuencia escrita por Doug Bradley en la que Pinhead y Kristy dialogaban. Juntos reconectaban a fondo la película con la mitología de la franquicia, mencionando a la familia de Kristy, a Julia, y con mayor presencia de los cenobitas. La secuencia fue cortada, pero se encuentra en algunas ediciones en DVD.
En cualquier caso, el resultado es un psychothriller muchísimo menos lucido en lo visual que 'Inferno', también con un argumento laberíntico y lleno de pistas falsas, pero no tan ingenioso. Posee, sin embargo ocasionales destellos de gore gloriosamente ridículo (Pinhead en la consulta de la acupuntura, al fin se atrevieron a hacerlo) y un tramo final francamente divertido. Lástima de secuencia eliminada, porque de perdidos al río (chiste no intencionado).
Hellraiser VII: Deader (2005)
Rick Bota repite como director en una entrega algo mejor encaminada que la anterior pese a su aspecto de mugre transeuropea, y que como las dos anteriores, nació de un guión (de Neal Marshall Stevens) sin relación con 'Hellraiser' que se transformaría en una secuela al uso (por intervención de Tim Day). En este caso, hay coproducción con Rumanía, y aunque se rodó en 2002 no fue estrenada en el mercado doméstico hasta 2005.
En esta ocasión se entremezcla la mitología de 'Hellraiser' con la de los cultos demoniacos y la estética de las snuff movies, con la historia de una periodista especializada en temas escabrosos (Kari Wuhrer) que es enviada a indagar en un culto que afirma que ha vencido a la muerte. Ese era el argumento original, que se vio conectado con 'Hellraiser' cuando aparecen en las investigaciones cierto cubo-puzle y una vinculación del líder de la secta con el juguetero Lemarchand, algo que a su vez entroncaría con la cuarta entrega si todo esto tuviera el más mínimo sentido.
Al parecer, el propósito inicial de la reescritura era volver a contar con Kirsty y enfrentarla a Pinhead, pero los Weinstein pidieron a Tim Day que encontrara un tono más afín a las películas japonesas de terror de éxito por entonces. Y se nota: la película rebosa apariciones espectrales en casas tétricas, y solo en el tramo final se revela la relación con los cenobitas. En este caso la mitología se respeta moderadamente, y como en las primeras entregas, aparecen para poner orden entre quienes juguetean con los límites de la vida y la muerte.
Sin duda, la ambientación en la Europa del Este da cierto toque exótico a las investigaciones de la periodista -de algún modo, afín a las películas originales: recordemos los extraños, poco británicos bares por los que se movían los comerciantes de la Configuración del Lamento-. La búsqueda del impacto, la brutalidad del trasfondo dramático de la heroína y un final pasmosamente coherente con las ideas cenobíticas hacen de 'Deader' una secuela que podía haberlo sido de cualquier otra cosa, pero que funciona como esquinada continuación de la serie.
Hellraiser VIII: Hellworld (2005)
La prueba de la imprevisibilidad de la franquicia está aquí: cuando después de tres películas cuyos guiones eran fritangas de historias originales con ingredientes cenobitas inyectados a posteriori, finalmente se puso en pie una historia original de 'Hellraiser' (aunque inspirada en un relato que no lo era)... y salió la peor secuela de la serie. De nuevo volvió Rick Bota a la dirección y se rodó de forma simultánea a 'Deader', aunque aquí la ambientación no es tan evidente.
En esta ocasión Dimension vuelve la vista al cine de terror teenager que tan buenos dividendos estaba dando en la época y le inyecta algo de reflexión meta a lo 'Scream', convirtiendo 'Hellraiser' en un juego masivo online por cuya causa muere un joven (no se aclara mucho más). Sus amigos son convocados a una fiesta temática del juego y por algún motivo, les parece correcto, y aún se sorprenden cuando alguien empieza a matarlos uno a uno.
Un auténtico desastre que no salva ni la presencia de Lance Henriksen como anfitrión de los chavales (por cierto: Henriksen fue una de las opciones para dar vida a Frank en la primera película). Pese a los ocasionales momentos morbosos (del enterramiento en vida a algún escenario afortunado dentro de la casa, pasando por rotundas explosiones de gore), todo es caos y confusión, pero muy distinto de los laberínticos asaltos a los sentidos de 'Inferno' o 'Deader'. Picotea (mal) elementos de 'Saw' y de 'Matrix', y Doug Bradley encarna a Pinhead por última vez, en su versión más agotadoramente verborreica.
Hellraiser: Revelations (2011)
Para muchos fans, la definitiva estocada de muerte a la franquicia: Doug Bradley deja la piel de Pinhead, el presupuesto es ostentosamente el más bajo de cualquier entrega de la serie, y las circunstancias de su producción no rebosan ansia creativa, precisamente. El español Víctor García ('Gallows Hill') la rodó contrarreloj con un presupuesto de 300.000 dólares en apenas tres semanas para que los Weinstein no perdieran los derechos de la franquicia y poder preparar un remake que aún sigue en el aire.
En apenas 75 minutos y con estética de cámara en mano y arbitrario metraje encontrado, sigue las peripecias de dos amigos en México que se topan con la Configuración del Lamento y despiertan a los cenobitas. Uno de ellos, tras haber llevado a cabo actos horribles, volverá un año después a la casa donde se reúnen las familias de ambos, creyéndoles muertos. Y con un Pinhead rechoncho (involuntariamente cómica encarnación de Stephan Smith Collins) pisándole los talones.
La película resultante es tan modesta como se puede suponer, en algún momento incluso rozando el material amateur. Sin embargo, la cutrísima ambientación de dos escenarios, las interpretaciones espídicas y aceleradas, la brutalidad sin excusas y el regreso a una historia sencilla y urgente conecta mejor con el espíritu de las entregas originales que la mayoría de las secuelas.
'Revelations' no es la secuela soñada por los fans, y el tramo final en la casa es de auténtica sitcom. Pero algo en la rotunda amoralidad de los personajes, en el misterio y el enigma que rodea a los cenobitas y en el rabioso grano que despide la textura de vídeo hace que, después de intentarlo fortísimamente con secuelas que no iban a ninguna parte, 'Hellraiser' recupere algo de su intensidad primitiva.
Hellraiser: Judgment (2018)
Y como remate a esa pequeña sorpresa, en su décima entrega la saga da un sorprendente volantazo hacia el humor, lo grotesco y lo demencial con 'Judgment', una joyita del terror puerco que consigue tender el puente entre 'Hellraiser' y 'The Human Centipede', en una producción baratísima pero con un tono arrebatador. Dirigida y escrita por el técnico de efectos Gary J. Tunnicliffe con un ridículo presupuesto de 350.000 dólares, opta por el único camino sensato a estas alturas: pisar el acelerador.
Tunnicliffe llevaba desde 2013 intentando financiar una película apócrifa de 'Hellraiser', descontento con las secuelas. Una película que fuera genuinamente 'Hellraiser' sin serlo de forma oficial. Pero finalmente, su guión pudo adquirir esa oficialidad y en ella contó como un trío de policías investigan una serie de tremendos asesinatos morales al estilo 'Seven', lo que conecta a Judgment con 'Inferno' (a más de un nivel, pero no podemos contar en cuáles o sería un spoiler del aspecto, sin duda, más decepcionante de ambas: sus conclusiones).
En la ampliación de la mitología cenobita más potente desde la primera secuela, Tunnicliffe propone una nueva clase para los especímenes del infierno: junto a los terribles cenobitas (por cierto, muy digna composición de Paul T. Taylor como nuevo Pinhead) está la Inquisición Estigia, que con aires casi de funcionariado del inframundo procesan las almas de los condenados. En unas escenas que combinan el Terry Gilliam anti-burocracia de 'Brazil' con estética ultragore del nuevo siglo, Tunnicliffe y sus extraordinarios efectos de maquillaje (que tuvieron que ser recortados a fondo) baña de un bienvenido humor extremo y negrísimo la mitología creada por Barker, en escenas que no desentonarían en los momentos más demenciales de los 'Libros Sangrientos'.
No todo es perfecto en 'Judgment': sus partes de policiaco procedural son casi televisivas y estropean una fiesta que debería estar bañada de momentos como el cameo de Heather Lagenkamp (Nancy en 'Pesadilla en Elm Street') como casera mugrienta. Su irregular resultado y su coincidencia en el tiempo con las acusaciones a Harvey Weinstein, que paralizaron algunos estrenos de la compañía, hicieron que pasara injustamente desapercibida, lo que nos deja casi en la casilla de salida. Es decir, en la ignorancia absoluta acerca de cómo será ese reboot que, ahora parece que sí, nos llegará próximamente.
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La noticia Toda la saga 'Hellraiser' en el cine: diez viajes sin billete de vuelta a un infierno de placer y dolor fue publicada originalmente en Espinof por John Tones .
Javier Fernandez
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