El cine de animación casi siempre ha estado más orientado al público infantil, con la particularidad de que eso nunca debería ser una excusa para vendernos algo ridículo con la excusa de que a los niños les gusta. Por lo pronto porque puede ser perfectamente mentira y tampoco me olvido del detalle de tomarles por tontos. Y ya del sufrimiento de los adultos en algunos casos ante el desastre que han tenido que tragarse mejor no decir nada.
No obstante, también existe cierta tendencia a despreciar aquellas producciones animadas claramente enfocadas a los más pequeños de la casa por el simple hecho de hacerlo. Del mismo modo que no se puede justificar el todo vale tampoco hay que destrozar cualquiera que se centre en un público concreto. Eso es lo que hace ‘Ferdinand’, un pasatiempo tan inofensivo como su protagonista.
Que el ritmo no pare
Algo habitual en cintas como ‘Ferdinand’ es que no hay mucho tiempo para pararse a explorar detenidamente nada, ya sea la personalidad de cualquiera de sus personajes o las posibles implicaciones de cada escena. Lo realmente importante es que la historia siga hacia delante para no aburrir a los niños y que lo haga de una forma clara y vistosa. No hay nada de malo en ello, pero sí que es poner un techo quizá demasiado bajo para tu película.
Centrémonos un momento en la relación de Ferdinand con Nina, la niña que lo adopta tras fugarse. El escenario que se plantea es de lo más surrealista, pero el guion de Robert L. Baird, Tim Federle y Brad Copeland sabe cómo mostrarlo con humor para que con apenas dos o tres detalles nos creamos esa complicidad que existe entre ellos. Ahí era donde la película podía encontrar un corazón que trascendiera sus limitaciones -un ejemplo: nunca se menciona nada sobre la madre “ausente” de ella-, pero pronto queda de lado en beneficio de otra trama y ese atisbo emocional no tarda en perderse.
De hecho, el verdadero hilo conductor dramático es el deseo de Ferdinand de llevar una vida diferente a la que está destinado. Él no es como los demás y no se avergüenza de su forma de ser, algo que se exterioriza en su profunda pasión por las flores, ya presente en su infancia y potenciada hasta el extremo durante su estancia con Nina. Eso sí, no esperéis que vaya más allá de lo aparente o que exista algún conflicto mayor. Es así de sencillo y pronto veremos que también lo va a ser todo lo demás.
Si nos fijamos en el resto de personajes, todos están basados en puros estereotipos que solamente se salen del mismo para abrazar otro como resultado de una “evolución” narrativa muy en la línea de lo que uno esperaría de una propuesta de estas características. Por ser más claros, los personajes no son nada del otro mundo y es todo la mar de previsible.
Luces y sombras de ‘Ferdinand’
Se intenta animar la función a través de los secundarios, pero la cabra resulta un tanto irritante -sospecho que quizá no lo sea tanto en versión original, pero la propia naturaleza del personaje tiende hacia lo abrasivo sin que haya algo detrás que lo compense- y tanto los erizos como los caballos no terminan de encajar demasiado bien. Parece como si ‘Ferdinand’ quisiera compensar la falta de fuerza del relato central con personajes con una tendencia al exceso que Carlos Saldanha no termina de saber manejar.
El resultado directo de todo esto es que ‘Ferdinand’ tiene muchas posibilidades de encontrar situaciones con las que intentar sacar una sonrisa al espectador, cosa que consigue en ocasiones. El problema es que también las hay en las que agradeces que pasen rápidamente a otra cosa, siendo una pena que se recreen más de la cuenta en la que posiblemente sea una de las secuencias menos estimulantes para mí aunque puedo ver ahí el interés para los niños -me refiero a la del duelo de bailes-.
Más allá de eso tenemos una animación solvente pero alejada de la brillantez de otras producciones recientes. Es cierto que aquí tampoco hay una tendencia hacia el realismo -habría sido un error, pues ya con su peculiar tono hay momentos que chirrían, como el que sucede en pleno centro de Madrid, pero con un enfoque con los pies más en el suelo habría sido un completo disparate-, pero le falta esa chispa especial para que algunos momentos nos dejen con la boca abierta.
Por último, soy consciente de que ‘Ferdinand’ trata un tema particularmente espinoso en España y que habrá gente que simplemente la rehúya por ello. Es cierto que hay algunos detalles aquí y allá que podrían resultar ligeramente siniestros, pero la película pronto recupera la senda del pasatiempo convencional y nunca se centra en lanzar un mensaje específico sobre la tauromaquia. El tema no es ese, aunque obviamente juegue un papel fundamental en la historia.
En definitiva, ‘Ferdinand’ no es una mala opción para dejar atrás por un par de horas vorágine navideña en la que ya estamos envueltos. Los más pequeños se divertirán y los mayores de la casa encontrarán en ella suficientes puntos de interés como para no lamentar el día en el que decidieron entrar a la sala que la proyectaba. Eso sí, tampoco esperéis nada que vaya mucho más allá de lo aceptable en líneas generales.
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La noticia 'Ferdinand', un pasatiempo familiar donde lo único especial es que hay un toro amante de las flores fue publicada originalmente en Espinof por Mikel Zorrilla .
Javier Fernandez
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