El mundo del contenido audiovisual bajo demanda avanza a una velocidad tan absurda que incluso puede dejar en ridículo a la velocidad a la que el cine se autodestruye a sí mismo. Y es que no hace ni dos años desde que Netflix apostó todo a la carta de la droga. Bueno, al cartel. Al de Medellín, en concreto.
'Narcos’ llegó como un equipo de la DEA derribando las puertas de todos los usuarios, haciendo mucho ruido y entre sudor, sangre y adrenalina, ganando millones de adeptos. En su tercera temporada, ‘Narcos’ corría el riesgo de perder todo su atractivo y parte del carisma si tenemos en cuenta que dos de los personajes principales de las dos temporadas que hicieron vibrar a millones de espectadores en todo el mundo ya no aparecerían nunca más.
Nuevo tablero, nuevas reglas, mismo juego
La serie tuvo que mover ficha, dar un paso adelante y apostar por el magnetismo de Pedro Pascal, que ha conseguido que su Javier Peña sea desde hace un par de años uno de nuestros agentes de la ley favoritos. Incansable luchador a medio camino entre el hombre de ley y el vigilante que juega sucio, su personalidad traspasa la pantalla del dispositivo donde estés viendo la serie y hace que todo siga igual, pero diferente. Y es que en su tercera parte, ‘Narcos’ ha dejado de lado la parte más sexual y ultraviolenta de la rompedora primera temporada (créanme, los cadáveres que aparecen ahí son los más reales que hayamos visto jamás en una serie de televisión) para centrarse en un extraordinario ejercicio de suspense donde el número de protagonistas principales se multiplica pero uno brilla por encima del resto: esto es la historia de Jorge Salcedo.
Transformada en un vehículo destinado a cubrir de uñas el suelo de tu casa, el peso del paso de Medellín a Cali recae en Matias Varela, auténtico protagonista de la función desde el primer momento. Su interpretación de Jorge Salcedo, un buen hombre en el peor sitio imaginable que no ve luz al final de su túnel particular es, sin duda, lo mejor de una temporada que ha dejado de parecerse a un desmadrado y violento episodio de ‘El Equipo A’ (The A Team, 1983-1987) para jugar a otra cosa en estos tiempos que vivimos donde parece que o eres de la escuela Denis Villeneuve o te toca tragar plomo.
Mientras que en las dos primeras temporadas teníamos a un único protagonista que irradiaba energía a unos cuantos satélites colocados alrededor de la poderosa figura central que era Escobar, ahora ese eje central tiene un perfil mucho más bajo. Quizás que de ahí, de centrar toda la gravedad colombiana en un personaje tan mundano, gane en emoción y en una mayor identificación y empatía por parte del espectador.
Así, la tercera temporada cambia el tablero y reparte las piezas sobre el Cartel de Cali, un cartel que, en teoría, trabaja con un "plan de retiro" que permitirá a sus líderes salir de la actividad ilegal con sus medios de vida intactos. Una vez más, los narcos, los reyes del crimen, comportándose como niños caprichosos que no han aprendido nada del mayor de todos ellos: Escobar.
Narcos 3 es un potente vehículo de suspense, un thriller de primera, alto voltaje en formato catódico que ha mejorado cuando todo parecía perdido gracias a la sabia decisión de hacerlo crecer y evolucionar marcando un especial interés en el apartado humano, convirtiendo una serie donde apenas hay corazón en una que es todo corazón.
Más plata, menos plomo
A pesar del evidente cambio de ritmo y tono de la serie, hay que mantener las formas, señores, que esto es ‘Narcos’. Tendremos un nuevo equipo de agentes de la DEA (en esta ocasión bajo el mando de Peña), en esta ocasión Chris Feistl (Michael Stahl-David) y Daniel Van Ness (Matt Whelan) serán nuestros “americanos en acción”, lo que crea una dinámica parecida a lo que estábamos acostumbrados haciendo mucho más dulce esta adaptación al puro thriller de suspense que es en realidad Narcos parte tres. Mención especial para las camisetas del agente Van Ness, que lo mismo se calza una de Nine Inch Nails que de los Wu-Tang Clan, demostrando que no solo el mundo de la droga estaba cambiando. Ese giro musical no solo se refleja en las prendas cool, además de su habitual ración de rancheras y música popular también se dejan escuchar The Lords of the New Church, LL Cool J o Montell Jordan. Sí, This-is-How-We-Do-It.
En el mundo de la guerra de la droga nadie está a salvo del estrés. En ningún bando. Obviamente aquí tiene que haber acción, y los habituales tiroteos marca de la casa tienen un curioso sentido del montaje paralelo. En esta temporada los disparos no ocupan tanto minutaje como en años anteriores, pero su escasez se soporta bien gracias a la idea (algo rimbombante después de la primera vez) de alternar dos tiroteos a la vez en dos espacios diferentes: el resultado es un aumento de la tensión en una serie ya tensa de fábrica. Esos detalles hacen que al finalizar la tercera temporada de ‘Narcos’ uno tenga que coger la aspiradora y pasarla por todo el suelo del salón, que no está bien que las visitas vean todas esas uñas por el suelo.
Por supuesto, tendremos que visitar las otrora jugosas y mucho más densas, tanto en el terreno vegetativo como en el puramente dramático, selvas colombianas atestadas de laboratorios clandestinos, guerrilleros mercenarios y Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Donde antes se llevaban a cabo visitas guiadas al corazón de un país, ahora apenas hay tiempo para dejarse caer y rescatar a alguna rubia occidental. Buena forma de recordar los viejos tiempos selváticos, pero la prisa que requiere este viaje hace que termine por resultar forzado y lo que es peor, innecesario. Pero a Peña lo que es de Peña.
El modelo narrativo de Eric Newman y su equipo ha sido perfeccionado durante las tres temporadas de la serie hasta sentirse más que cómoda añadiendo unos toques explicativos de tono documental. Por ejemplo, cuando un nuevo personaje que se dedica al lavado de dinero es presentado por primera vez en la tercera temporada, su aparición viene acompañada de una descripción breve y aguda sobre el trabajo que desempeña. Esas líneas de guión interrumpen la narración en off de Javier Peña, lo que da un nuevo valor añadido al conjunto final, complementando la narración casi con notas a pie de página narrados mientras ves el episodio.
Los Padrinos 4
Ni uno, ni dos, ni tres. Cuatro. Cuatro padrinos hay en esta temporada de ‘Narcos’, cada uno con sus virtudes y sus defectos. Bueno, con sus defectos nada más. Una serie que durante sus dos años anteriores ha presentado a personajes del calibre de La Quica, Navegante, o Don Berna, también tiene que dar un paso al frente en cuanto a sadismo y pánico a una muerte horrible, y esa misión recae en Arturo Castro, que interpretando a David Rodríguez, heredero del reino (conocido en petit comité como Cocaine Incorporated), demuestra ser un personaje profundamente aterrador lleno de crueldad y ganas de hacer daño.
Además de la presencia (testimonial) de Miguel Ángel Silvestre como Franklin Jurado, un contable del cartel, hay que destacar la importante carga humorística que aporta otro grande del cine español, Javier Cámara, en un personaje que será de vital importancia para el desenlace de los acontecimientos. El que se apodera de la serie por momentos es Alberto Ammann, que con su Pacho Herrera, miembro abiertamente gay del cartel de Cali, es quizás su el personaje más despiadado de la historia.
Con permiso de David Rodríguez, claro. Y de Chepe Santacruz Londoño, espectacularmente interpretado por Pêpê Rapazote, otro aterrador hijo de mala madre que se encarga del sueño americano del cartel. Si en las películas de gángsteres hasta el más vil de los capos puede mostrar algo de compasión, aquí lo que hay es un campeonato por ver quién es más desalmado. Será Chepe uno de los que muestren, aunque sea brevemente, el verdadero peligro de la Gran Manzana de no hace tanto tiempo. A pesar de no recrearse en exteriores americanos (no los necesita), el retrato que esta temporada de ‘Narcos’ ofrece de los barrios neoyorquinos es bien parejo a los que retrataban maestros del underground y la mugre como William Lustig, Larry Cohen o Frank Henenlotter.
A pesar del elevado número de personajes, el cierre de la temporada no es definitivo. No lo es porque no puede serlo. Es imposible. Al inicio de la temporada un personaje le recuerda a Peña que hace tiempo que perdieron la guerra contra la droga. Como buen idealista, Javier Peña no dejará de luchar contra ella con todas sus fuerzas.
Repartir el peso de la maldad entre cuatro es una medida inteligente. A pesar de recrear unos hechos reales perfectamente documentados en la temporada, haber centrado en un único patrón todo el negocio habría dejado en fuera de juego a los implicados. Por muy desagradable que pueda ser el nuevo capo, quedará muy lejos de un Pablo Escobar que nos acompañó durante 20 episodios. De aquel viejo diablo conocíamos hasta cómo se liaba los porros o cuál era su jersey favorito. Aquí no hay tiempo para presentaciones: son muchos bastardos y pocos episodios.
Mientras quede droga por vender
‘Narcos’ es un bucle. Las desventuras del protagonista no terminan nunca, pero siempre empiezan y descansan en un mismo punto. Este círculo vicioso, en la tercera temporada, se inicia y cierra en familia, donde nos encontramos con el padre del protagonista, Chucho Peña, interpretado por el veterano Edward James Olmos, el inolvidable Teniente Castillo de la seminal ‘Corrupción en Miami’ (Miami Vice, 1984-1990). Al final de la temporada, padre e hijo contemplan una serie de vehículos que se dirigen hacia la cuarta temporada, una temporada que volverá a cambiar el tablero y que ya está causando víctimas escalofriantemente parecidas a las de la ficción: hace escasos días aparecía el cadáver acribillado del localizador de la serie, destinado en Mexico, asesinado mientras buscaba exteriores para una nueva temporada que se pasará a la frontera controlada por la gente del Valle del Norte.
Donde si han sabido cubrirse en esta nueva temporada ha sido en dejar claro que los malos son malos. Debemos reconocer que, a pesar de ser uno de los criminales más chungos y temibles de la historia de la humanidad, los fans de 'Narcos' no dejamos de sufrir ni un solo segundo durante el tramo final de la segunda temporada aún sabiendo qué destino esperaba al patrón sobre el tejado del edificio donde pasó sus últimas horas de vida.
El futuro de ‘Narcos’ es infinito, y si bien ya estamos a mediados de los 90 y no parece que vayamos a cruzar el charco de cara al futuro, no estaría de más recordar el fulgor narcótico que vivió el norte de España entre los ochenta y los noventa, donde Galicia o Asturias se vieron sacudidas por el dominio de la cocaína y de la heroína. Creedme, os lo dice uno que se crió en las calles de la Cuenca Minera asturiana.
También te recomendamos
El síndrome visual informático existe, y hace que te dejes los ojos en la pantalla
Netflix compra Millarworld, la editorial responsable de 'Kick-Ass' y 'Kingsman'
-
La noticia La evolución natural de 'Narcos', una serie que lo tenía todo y quería más fue publicada originalmente en Espinof por Kiko Vega .
Javier Fernandez
http://ift.tt/1c1igf4
https://twitter.com/fernandezpanch
http://ift.tt/2yDQM2V
No hay comentarios:
Publicar un comentario