José Abreu Felippe - Especial/el Nuevo Herald
Si tuviera que definir con una sola palabra Juana. De amor, una historia, la pieza del dramaturgo argentino Pepe Cibrián Campoy, producida por Nobarte, con Vivian Acosta, esa sería, sin duda alguna, poesía. Poesía total, plena, una poesía que flota y se expande en la bellísima escenografía de Jorge Noa y Pedro Balmaseda, que evoca, entre otras cosas, tronos, coronas y escudos reales o magnos, minuciosos tapices o alcobas lúgubres o catafalcos o luctuosos cortejos. Poesía en el majestuoso vestuario de los mismos diseñadores, telas que se pliegan o realzan el gesto o la figura, un ademán; telas que se transforman, que se inflaman apoyadas por las luces de Balmaseda que, a veces, dibujan puntos, una red de puntos para resaltar los desplazamientos y cubrirlos de misterio; luces que hacen brillar con reflejos metálicos, dorados, los seis cilindros como candelabros, como mínimos botafumeiros, en su desesperación mecidos por la reina cautiva. Pero sobre todo, poesía total en el trabajo de Vivian Acosta. Todo este conjunto armónico, bajo la precisa dirección de José González, esposo de la actriz, y ambos, parte del grupo Teatro Galiano 108, fundado en La Habana en 1992.
Francisco Javier Fernandez
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