Sólo hace falta que recomendemos la tercera temporada de ‘Teen Wolf’ para que después tenga una temporada horrible y tengamos que pedir disculpas. Pero hay que hacerlo. El verano pasado estuvo muy inspirada. Demostró que podía desarrollar una química muy entretenida entre el reparto, que sabía tener escenas terroríficas y también deshilachar el misterio con ritmo. Era el divertimento veraniego que tenía que ser y Jeff Davis parecía tener las cosas claras.
Lástima que fue algo transitorio y los episodios que les continuaron fueron todo lo contrario. Así que, como escribí un artículo con las cinco razones para ver la temporada (¡de verdad que apuntaba maneras!), ahora lo justo es dedicarle un artículo analizando sus errores. Y serán cinco como podrían ser veintitrés.
La conversión a macho alfa
El primer año Scott McCall se convirtió en hombre lobo, descubrió sus poderes y conoció el universo en el que se había metido. En el segundo estaba más cómodo con las patillas y encontró su lugar y su relación con Derek y los demás de su especie. Este tercer año se suponía que era su ascenso a hombre-lobo alfa. Un rasgo que despertó en él gracias a su valentía, coraje y capacidad de liderazgo. Y sí, puede entenderse. El creador ya se encargó de que nos quedase claro que era un chico sencillo, sin ansias de poder y con gran sentido del deber.
Otra cosa es que este relato de excelencia haya surgido en un momento poco idóneo. No tuvo escenas donde brillara de forma especial y parecía que Scott casi iba a remolque de la trama en lugar de llevarla por las riendas. Costaba entender que él fuera el especial y cualquier recadero del alfa de alfas pudiera tumbarle sin despeinarse (o esa impresión tuvo). Que no tuviera presencia, sin embargo, es otro tema. El actor que lo interpreta, Tyler Posey, jamás tendrá.
Los villanos dispersos
Una banda de alfas es un enemigo a tener en cuenta. Llegaron a Beacon Hills por todo lo alto, secuestrando a secuaces de Derek y alardeando de una fuerza que no habíamos visto antes. ¿Pero cuál era exactamente su objetivo? ¿Tan importante era que Derek o Scott se integrasen en su grupo, que hasta los gemelos se habían escrito en el instituto? Independientemente de si se compra su motivación, la inercia que se desarrolló con la pandilla de Derek dejó que desear. Mucha amenaza y pocos actos realmente atroces. Atacan, casi matan a los protagonistas pero luego los gemelos pueden ir de excursión con Scott y Stiles y aquí no pasa nada.
Encima se fue sembrando de fondo otro rival, la druida superficial que sacrificaba humanos pero que resultó muy descafeinada: tanto ella en sí como su romance con Derek, que sucedió de golpe y después tenía que ser fundamental para la traca final. Al principio podía pensarse que todo se debía a que ‘Teen Wolf’ tendría una temporada de 24 episodios divididos en dos tandas pero el final de temporada dejó claro que siguió el mismo esquema que la segunda temporada. En doce episodios se resolvieron los enigmas y se sembraron las semillas de otros conflictos, así que parece que la macro-renovación sucedió por razones contractuales pero Davis siguió el mismo rumbo creativo.
Relaciones a trompicones
Uno de los mayores hallazgos de la segunda temporada fue que supieron transmitir que los protagonistas eran algo parecido a una pandilla. Pero esta vez la trama movió los hilos de todos ellos y no dio la impresión que se desarrollaran los personajes como era debido. Por ejemplo, el distanciamiento entre Allison y Scott estaba poco explicado, se antojaba como una imposición por parte de los guionistas en lugar de algo orgánico. Y Scott y Derek, que hasta ahora habían tenido una relación fraternal muy disfuncional, fueron cada uno por su camino.
Pero hay más cosas que chirriaron como el papel de Stiles, en un registro menos cómico de lo que debería y que mostró menos colegueo con Scott; Lydia, que no solamente se negaba a aceptar algo evidente (que tenía algún tipo de don) sino que encima se enrollaba con el tipo que quería matar a sus amigos; y las relaciones de Scott y Stiles con sus propios padres. Hubiera sido interesante ver la progresión de estos y cómo asimilan el extraño mundo en el que conviven sus hijos.
¿Dónde está la tensión?
Sin embargo, algo que no puede perdonársele a ‘Teen Wolf’ es que haya tenido una temporada tan aburrida. Soporífera. Se obsesionaron con darle una atmósfera solemne porque había dos grupos antagonistas de altura y las escenas fueron tan serias que al final parecían una parodia. Planos de gente seria, cámara lenta, todos al borde de al muerte. Puede funcionar un episodio, no doce. Y se echó de menos la mezcla de humor, terror, acción, drama y romance de antaño. Aquí, nos metieron a Allison y Isaac unos minutos en el cuarto de las escobas y ya teníamos que creernos que había una tensión sexual increíble.
¿Pero de qué iba?
Esta es la gran pregunta. Cada vez que querían avanzar en la trama, algún personaje tenía que soltar un monólogo de quince minutos donde se analizaba la mitología y se contaban los orígenes de los villanos, para así poder entender sus movimientos. Así no puede avanzar una serie. Una cosa es que haya un episodio para poner en situación y la otra son discursos que cuenten aquello que los guionistas no saben exponer de forma natural. De estos hubo unos cuantos, que sólo evidenciaban la falta de inspiración en la escritura.
Además, como encima todo se rodeaba de tanta solemnidad y de unos rivales en teoría muy amenazantes pero a la práctica muy vacíos, al final uno casi ni se entera de qué es un druida, qué alicientes tiene pertenecer a una banda de alfas (¿en algún momento se explicó cómo pagan el alquiler de sus chozas? Que por lo menos Derek vivía rodeado de escombros y no hacía falta mucha justificación), qué es Lydia y porqué todo era tan y tan importante. Era más tentador dormirse que escucharles. Así que perdón por la recomendación.
En ¡Vaya Tele! | Los sucesores de Alan Ball hacen un buen trabajo con la sexta temporada de ‘True Blood’
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news Los cinco errores de la soporífera y decepcionante tercera temporada de 'Teen Wolf' was originally in Vayatele by Pere Solà Gimferrer.
Javier Fernandez
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