Desde los tiempos de Charles Manson, quizás la primera superestrella entre los asesinos en serie, y pese a que aún carecía de muchos de los componentes que más tarde asociaríamos al icono (no cometió personalmente los asesinatos, y no era una persona solitaria sino, más bien, un inteligente cerebro ejecutor de los actos a distancia) la figura del psicópata asesino ha sido reconfigurada continuamente en la ficción. El cine y la literatura, de hecho, han llegado a modelar la realidad, y en estos tiempos confusos, los asesinos reales se inspiran en la ficción y en otros asesinos, en una perversa arquitectura de vasos comunicantes muy complicada de diseccionar en toda su complejidad.
En las últimas décadas, los asesinos en serie en la ficción -cruzados con sus referentes reales- han vivido tiempos de fantasía con casos como el de Ed Gein, uno de los primeros en copar portadas de periódicos en su momento, y reformulado de forma extremadamente folclórica en películas como 'Psicosis' o 'La matanza de Texas', más todas las derivaciones posibles en formato slasher que de un modo u otro bebían del icono redneck. Pero también se ha coqueteado con el realismo y la fidelidad a los referentes auténticos tras el éxito de películas como 'Henry, retrato de un asesino'.
Quizás sea 'El silencio de los corderos' la película que marca un antes y un después en nuestra percepción de los asesinos: Hannibal Lecter es un personaje de ficción, pero no lo eran las técnicas de análisis psicológico del FBI que aparecen reflejadas en la película. Sin duda, marcó los pasos a seguir por películas posteriores y abrió camino para la actual fiebre por el true crime, subgénero documental que ha descubierto que no hace falta inventar terribles tropelías cuando la realidad nos da más morbo y violencia que la ficción más perversa.
Muy influido por el true crime (que no es más que una evolución sofisticada -pero no demasiado- de la prensa de sucesos cuyos orígenes se remontan a la Inglaterra victoriana), las piezas de ficción de hoy tienen muy en cuenta los métodos de investigación y el comportamiento real de los asesinos en serie. Dos de lo mayores éxitos recientes de Netflix siguen esa línea: la extraordinaria 'Mindhunter' y el documental 'Las cintas de Ted Bundy', que tiene versión dramatizada protagonizada por Zac Effron, de futuro estreno.
Lo que parece estar claro es que los asesinos en serie, los reales y los que se inspiran confesamente o no en ellos, levantan pasiones y ejercen un extraño magnetismo en nosotros. Pero, ¿por qué? ¿Por qué consumismos ficciones o información sobre hechos atroces? ¿Por qué mitificamos a quienes llevan a camino crímenes sanguinarios? Hemos hablado con el criminólogo Jonathan Van Durmen para que nos ayude a entenderlo.
La irresistible fascinación por el mal
Para empezar, nos aclara que esta fascinación por el mal "no es una cosa nueva, siempre nos ha atraído la violencia y el sufrimiento. Es una de las experiencias de mayor carga emocional que existen. Los romanos ya iban a los coliseos a ver a gente pelearse hasta la muerte. En países de Oriente Medio, aún hoy día, la gente se desplaza grandes distancias para ver cómo cuelgan a gente en plazas. Lo que sí es nuevo es la forma de presentarlo: series, libros, películas en las que vemos con mucho detalle el nacimiento del mal, que es algo que siempre hemos querido entender".
Hay una correlación clara, entonces, en nuestra fascinación por la violencia y la muerte en la vida real, como un proceso natural, y nuestro gusto por ficciones de este tipo: "Buscamos entender la naturaleza humana, que nos parece fascinante, incomprensible muy a menudo. Pero también acercarnos a cosas que nos parecen oscuras e inalcanzables. Dentro de un ámbito de ficción estamos protegidos y no sufrimos daño o no somos castigados por lo que sucede en ella. Con las series podemos jugar con nuestro propio morbo y llevarlo al límite".
Los asesinos en serie reales tienen unas características que los hacen indiscutiblemente atractivos: "Hay una parte seductora, casi como de estrella del rock, en asesinos como Ted Bundy. Nos seducen por su carisma, y también porque reflejan ideales que en muchos casos la sociedad nos exige: la belleza física, la seguridad en uno mismo, la fortaleza... aspectos que se nos pide en un mundo mediatizado como el que vivimos, y que los asesinos representan como la figura de alguien que puede con todo".
Pero también son el reflejo, según Van Durmen, de una parte oscura de nosotros mismos: "Todos llevamos dentro la fascinación con el morbo y la violencia, pero que nunca llegamos a ejecutar. De alguna manera vivimos a través de ellos una experiencia que si no fuera contraria a las reglas que todos nos imponemos para vivir en sociedad, podríamos llegar a plantearnos el poner en práctica". Y todo confluye, por supuesto, en una imagen idealizada donde a menudo los propios criminales han tenido mucho que ver: "En muchos casos, como el de Ted Bundy, los propios asesinos a través de testimonios y con la complicidad de los medios han ayudado a forjar la imagen que tenemos de ellos, pero claro, esa imagen siempre está idealizada".
Van Durmen tampoco duda en afirmar que los asesinos en serie "cumplen una función social que siempre ha existido". Una función que se resume en "satisfacer una serie de fantasías oscuras y violentas, pero sin tener que actuarlas: nos permiten vivir o sufrir la muerte a distancia. Hay un claro paralelismo con las ficciones de terror, que nos permiten pasar miedo pero de forma controlada". En último lugar, este tipo de ficciones "abren otra serie de debates relacionados temáticamente con este tipo de ficciones: el tratamiento penitenciario, la pena de muerte, cómo proteger mejor a las víctimas típicas de estos asesinos -habitualmente mujeres-, como reaccionar, en fin, a una situación que hasta hace no mucho estaba completamente sin estudiar".
Sin embargo, no todos los aspectos de estas ficciones podrían ser positivos. Nos hacemos la vieja pregunta de si las ficciones inspiradas en crímenes reales, más allá de ser nocivas, podrían banalizar la violencia auténtica: "Hay todo tipo de estudios sobre el tema, y todo tipo de opiniones acerca de dónde nace la violencia real y qué la genera. Yo creo que se trata de una realidad compleja y que vincular un acto violento a una película o una serie es muy difícil, si no imposible. Sí que considero que hay que tener un cierto respeto a las víctimas, que no siempre está presente en estas producciones cuando idealizamos al villano y castigamos determinados comportamientos de las víctimas, a veces llegando a culpabilizarlas".
Finalmente, y como no podía ser de otro modo, preguntamos a nuestro experto qué películas o series recientes le han gustado por el tratamiento especialmente realista o cuidadoso que dan del entorno de los asesinos en serie. No duda al decirnos que "me ha gustado mucho 'Mindhunter', que refleja muy bien la creación de la unidad de análisis de conducta del FBI, y que es muy exacta en su contexto histórico y sus postulados teóricos. A título personal, 'El silencio de los corderos' o 'Seven' me marcaron mucho". Aunque hasta sus favoritas tienen un "impacto negativo", ya que "series como 'CSI' tienen un impacto negativo en la profesión que yo ejerzo, que es la criminología, ya que a veces confunden a la gente acerca de en qué consiste exactamente nuestro trabajo, incluso entre los propios alumnos, que empiezan a estudiar la carrera para 'cazar asesinos en serie'"
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La noticia Por qué los psicópatas nos atraen tanto hacia un mundo horroroso y extremo fue publicada originalmente en Espinof por John Tones .
Javier Fernandez
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